(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 10 DE ABRIL 2017-EL JORNAL). La lección de sabiduría que dio Carlo Ancelotti en el partido del Bayer Munich, del sábado 8 de abril ante el Borussia Dortmund, tiene una gran trascendencia y por lo tanto merece una reflexión.
Ese día, en el minuto 74, el técnico italiano ordenó la sustitución de Franck Ribéry, a quien le sentó muy mal la decisión y optó por el reclamo inmediato.
De haber sido Mourinho, por ejemplo, el lío abrí ardido, pero en cambio el bueno de Carlo se encaró con Ribéry y en vez de dejar claro que quien manda en el camerino del Bayern es él: le dio un beso en la mejilla al jugador francés.
De inmediato se hizo la magia: el enojo, la rebeldía, la sacrosanta bronca que se cargaba Ribéry, en ese momento se transformó en sonrisa. Nunca he visto en mi vida una mejor lección de la tan publicitada inteligencia emocional.
Para actuar como lo hizo Ancelotti se requieren muchas horas de vuelo en un equipo. Mucho conocimiento del alma humana y mucha espuela para desarmar a su oponente con un regalo imposible de rechazar.
Ya decía el escritor italiano, a propósito compatriota Ancelotti, Giovanny Papini, que una de las mayores lecciones dadas por Jesús fue el quebrar la ley del talión al ofrecer la otra mejilla.
El principio de la no resistencia, decía Papini, es capaz de desarmar al más fuerte, al más violento, al más altanero.
Ancelotti hizo gala de ese principio. Por algo es uno de los técnicos más exitosos del mundo, pero para el bueno de Carlo, como lo conocen sus amigos, no basta con los títulos: él va más allá y quiere comprender, en toda su extensión, los fuegos que arden en el interior de sus jugadores.
Una jugada maestra de Ancelotti. Una imagen inolvidable. Una lección de sabiduría.
*El autor es Máster en Literatura y Director de EL JORNAL.