(VIERNES 18 DE FEBRERO, 2022-EL JORNAL). Entre la teoría y la práctica hay un mundo de distancias. Y no solo en el fútbol. He conocido a magníficos periodistas que no han escrito ni una carta de amor y en la academia, en cambio, son unos verdaderos cracks.
Es el mismo sustrato que hoy pasa con Albert Rudé, quien llegó precedido de los mejores atestados, pero sin la experiencia de haber dirigido nunca a un equipo. Nunca es lo mismo estar en primera fila que a la sombra de alguien.
El nepotismo, que es un fenómeno atribuible a la política y a la cosa pública, también opera en el fútbol. Está más que claro que Rudé llegó a la Liga porque ahí estaba el súpergerente Agustín Lleida, de lo contrario, a un novel entrenador nadie le entrega las llaves de un equipo centenario y de gran trayectoria como Alajuelense.
En ese contexto, y con un camerino donde hay jugadores que tienen una gran ascendencia para decir y hacer, a Rudé le empieza a quedar muy grande la silla del banquillo rojinegro.
El punto de inflexión fue contra el colero Saprissa, que supo arrancarle una victoria a punta de tácta y estrategia, y fue así como la pesadilla de Iñaki Alonso como por arte de magia se trasladó a las huestes manudas.
Son las ironías del fútbol y de la vida. De hecho el fútbol es el deporte que más se parece a la vida, dado ese carácter de imprevisibiliad del que hablaba Dante Panzeri en su ya clásico libro Fútbol, dinámica de lo impensado.
“Este libro no sirve para nada”.
“Con esas palabras cierra su libro el autor de un tratado sobre conducción de automóviles a través de las calles de más tránsito de las más pobladas ciudades del mundo.
Yo escribo este libro –permítanme los editores la confesión—con una sospecha muy semejante”.
Así empieza su texto Panzeri, en el que desmonta muchos de los mitos que hay alrededor del fútbol, como el hecho de que los entrenadores quieran convertir a los futbolistas, a pura teoría, en robots.
El fútbol es maña, es meter las manos en el fango, entender el contexto, tener malicia indígena, sacarse un conejo de la chistera, es, en fin, el arte de la sobrevivencia, y eso no se aprende en ninguna universidad, excepto en la universidad de la vida, y en esa Rudé es todavía un becario.
Por eso las aguas en las tiendas rojinegras hoy están turbias. Hay descontento y frustración.
Queda demostrado, una vez más, que la sabia combinación entre preparación y experiencia es el mejor camino, y que no siempre el espectáculo, la parafernalia, y los títulos académicos, tienen resonancia en la vida real.