(MARTES 05 DE SEPTIEMBRE-EL JORNAL). Hace una semana, Celso Borges, expresaba un anhelo que tiene en el fútbol de Costa Rica: que desaparezcan las canchas artificiales.
Pasó desapercibida su aspiración, pero es de capital importancia, dado que una cancha sintética, no aceptada en la mayoría de las ligas profesionales del mundo, modifica por completo las condiciones de juego.
Como ha quedado demostrado por el testimonio de jugadores profesionales, las canchas sintéticas, en especial aquellas que no cumplen con los más exigentes requisitos, son un elemento que puede causar lesiones.
Los campos naturales favorecen la práctica del fútbol, porque el balón corre mejor, las articulaciones se maltratan menos y en general la sensación del juego es muy distinta al césped artificial. Y cuando llueve las gramillas sintéticas se vuelven una superficie todavía más difícil.
De manera que este es un paso que puede dar el Comité Ejecutivo entrante, que inste a la Unafut a que mediante un reglamento se exija el uso de canchas naturales.
En la actualidad, San Carlos, Santos y Pérez Zeledón y Herediano, que emplea el Colleya Fonseca, uitlizan campos sintéticos, así como varios equipos de la Liga de Ascenso.
En un país como Costa Rica, con un clima extraordinario, aunque en algunas zonas muy lluvioso, no hay razones para que los equipos tengan canchas artificiales.
Lo mejor es lo que hicieron Saprissa y Alajuelense: reconocieron su error y volvieron a instalar superficiles naturales para el beneficio de sus propios jugadores y del espectáculo deportivo.
Celso, que ha jugado en Noruega, Suecia y España, sabe de lo que habla y deberían escucharlo.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL