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¡Inmortal!

(MIÉRCOLES 25 DE NOVIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Llegó el día que tantas veces tentó el propio Maradona, ese hijo de Villa Fiorito que cambió el hambre por los malabares, y que pese a sus éxitos, siempre quiso estar del lado de los derrotados, de los más humildes o de los revolucionarios.

No se puede entender su magia y su fútbol sin escudriñar al personaje completo. Jorge Valdano, quien hoy en una transmisión de Movistar se quebró, lo definió como nadie en una sola frase: ‘Maradona solo entiende el mundo con una pelota al lado, sin ella, se extravía’.

Se iba por esos mundos oscuros del vacío y de la falta de afecto. Es contradictorio que el dios del fútbol fuera capaz de traspasar fronteras por un abrazo.

No obstante, así era. Se le veía cuando se encontraba con exfutbolistas como Ronaldo  Ronaldinho o Batistuta. El diez corría abrazos y en el acto dejaba entrever que sus noches eran largas y tristes, en espera de un consuelo que solo se consigue con la paz en el corazón.
Maradona tenía todo materialmente, pero carecía de esa serenidad que dan los años y las luces que marcan un camino. Su camino estuvo lleno de espinas. Y en ese peregrinar por la calle de la amargura, muchas veces flaqueó, al punto de que su muerte hoy fue la sucesión de muchas muertes anteriores. Hoy tiene fecha final: martes 25 de noviembre, en el año de la pandemia.

Quedarán sus jugadas inolvidables. Su imaginación desmesurada. Era, como bien lo dijo el director del diario Clarín, periódico que dio la triste primicia mundial, Ricardo Kirschbaum:Maradona era un arista. No era un futbolista’.

Era un futbolista capaz de incorporar al tango en sus coreografías por las canchas del mundo. Y era capaz, en vísperas de convertirse en el mejor jugador del planeta, de ir a meterse a una cancha embarrealada en Nápoles porque con la recaudación le iba a salvar la vida a un niño que requería una operación urgente.

No en vano el padre de ese niño, al que debían llevar a intervenir en Francia, lo consideraba su mesías.

Ese era Maradona, con un corazón tan grante, que incluso después de hacer un gol antológico en el Santiago Berbabéu, en el que dejó tirados a varios rivales, en especial al defensor Juan José Jiménez Collar, que pasó de largo tras un amago humillante, el diez le pidió disculpas públicas.

Maradona llevaba al Che y Fidel tatuados en su cuerpo. Al Che porque lo admiraba por haberse jugado la vida por los más pobres. A Fidel porque le puso lo mejor de la revolución cubana para su recuperación.

Hoy ha muerto Maradona y se escuchan en la lejanía de la desolación aquellos versos que Mario Benedetti escribiera al conocer la muerte del Che en Bolivia:

“Así estamos

consternados

rabiosos

aunque esta muerte sea

uno de los absurdos previsibles

da vergüenza mirar

los cuadros

los sillones

las alfombras

sacar una botella del refrigerador

[…]

vergüenza tener frío

y arrimarse a la estufa como siempre

tener hambre y comer

esa cosa tan simple

abrir el tocadiscos y escuchar en silencio

sobre todo si es un cuarteto de Mozart».

Maradona llevó una vida marcada por sus contradicciones, pero ellas lo hicieron ‘humano demasiado humano,’ y en ese medida se hizo inmortal por los siglos de los siglos: amén.

 

Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.

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