(DOMINGO 18 DE OCTUBRE, 2020-EL JORNAL). El descenso del seleccionado costarricense hasta el puesto cincuenta en el escalafón de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), acaso ¿merece interpretación o justificación alguna? El seleccionador nacional, Ronald González, defiende su trabajo con más de una treintena de jugadores de todos los perfiles posibles – -por cierto, muchos de ellos, no tan juveniles– argumentando un “proceso” que más adelante tendrá frutos.
Sin embargo, dos derrotas consecutivas frente a Panamá 0 – 1 tienen a Costa Rica en el puesto por debajo de 49 naciones dentro de la FIFA, después de estar en el escalafón de ese organismo entre puestos más meritorios. En el Mundial de Brasil, Costa Rica ocupó el puesto ocho, un lugar de privilegio que hoy se ve imposible alcanzar en un futuro certamen de ese calibre.
Y aunque el también entrenador Hernán Medford defiende el “proceso” de su colega exsaprissista, diciendo que “es lo que tenemos”, pues, según él, países como México tienen enormes recursos, la realidad es repetitiva.
Frente a Panamá se vieron los mismo problemas de siempre, producto de falta de trabajo táctico, que en todas partes del mundo, es responsabilidad única del entrenador. El dibujo táctico del primer partido 5-4-1 dio el mismo resultado del segundo amistoso con otra colocación de los jugadores en el campo de juego.
Es también un problema de exigencia a jugadores como Johan Venegas, Ricardo Blanco, Marvin Angulo, Mauricio Nuñez, Oscar Duarte, Ariel Soto, entre otros, obligados a echarse el equipo a la espalda, sin lograrlo y, lamentablemente, acostumbrados a que quienes se dicen “periodistas deportivos”, no les puntualicen sus fallos.
Es un asunto de menos preguntas generales y rodeos. Es además un asunto de menos videos y más jugadas finalizadas en goles, comprensión de los jugadores sí, pero también mano dura como a cualquier colaborador de una empresa que exige réditos. ¿O no funciona así la realidad?
Nada gana un equipo de fútbol en “fabricar” una y otra vez “opciones” y “llegadas”, repitiendo a Medford y González, si al llegar al área del rival se desperdician los pases profundos, las jugadas de “bola muerta” o se es incapaz de romper el cerrojo enemigo. Los partidos no se ganan contando los pases hacia atrás por falta de ideas y terror a complicarnos en salida, ni las victorias se cuentan por “llegadas”. El triunfo viene cuando la pelota entra en el marco del frente y el nuestro queda intacto.
Un seleccionado que a 23 metros del arco “enemigo” eleva la “redonda” por las nubes cuando se cobra una falta; viene otra oportunidad y repite el mismo jugador con idénticos resultados, simplemente estamos frente a un integrante del plantel satisfecho con las horas de video y la cero exigencias para que, a base de repeticiones, corrija sus deficiencias.
La lección que nos dejó el “verdugo” panameño Abdiel Ayarza, quien anotó después de que los canaleros se insinuaron a profundidad, con un medio campo nuestro insulso, una defensa movediza y laterales que llegaron tarde en las coberturas, son solo tres problemas en uno: error a la hora de convocar los “soldados” a esta “batalla”, los “mariscales” de campo designados se equivocaron en el dibujo táctico de la “guerra” y el “general” encargado de “barrer” al rival, conceptualmente, quedó anclado en los conocimientos “bélicos” adquiridos durante su pasantía como cadete. Por eso sigue alejado del arte de hilvanar victorias.
No se trata de hombres o nombres. El fútbol es una actividad relacionada, en gran medida, con la “guerra”. De hecho su organización hasta nuestros días nació luego de intensas batallas campales ocurridas en la Gran Bretaña durante la naciente burguesía capitalista. Si desconocemos el “arte de la guerra” (factor sorpresa, el engaño al rival, las fortalezas nuestras, recursos del adversario, confusión en las redes de abastecimiento etc.), llevada a cabo por 22 uniformados que dividen un campo de lucha en tres sectores claramente definidos, cualquier intento de victoria es ilusorio.
Una parcela es defendida por un portero y sus defensas, en el medio campo está todo el sistema logístico que abastece a la retaguardia y a los oficiales de la vanguardia, que son estos últimos quienes se ubican en la tercera y última línea para atacar y evitar así que el “enemigo” salga a atacarnos con posibilidad de acierto. Por eso el fútbol es bello, porque es un combate sin muertos.
Cualquiera de los anteriores oficiales, “mariscales” o “soldados” que no sientan en carne propia el uniforme – por mil razones que van desde falta de refrescamiento de conocimientos, pasando por soberbia o autosuficiencia- disminuirá la testosterona a los demás dentro del campo de batalla.
No viene, al menos, para un periodista deportivo independiente, la excusa que les queda grande la camiseta. Es un asunto de aptitud y actitud, que lamentablemente, aúno no venden en ninguna farmacia por gotitas.
La actitud, sobre todo, se forma en la niñez y se exige con la mayoría de edad. Cierto que estamos en un país en crisis de valores, desmemoriado por unos pocos interesados que nos hacen creer solo en derechos sin responsabilidades; diría que hasta saqueado en su ser espiritual como nación, pero ya está bueno por parte de un sector de la prensa deportiva que confunde la vehemencia y la sinceridad con la falta de respecto para con quienes dan entrevistas, como si el reportero tuviera que cerrar filas con quienes han llegado a creerse que sin ellos no hay fútbol “profesional”.
La palabra la tiene la Fedefutbol. Allá ustedes, si aceptan seguir bajando dentro del ranking de la FIFA. Las estadísticas, señores, son irrebatibles.
Periodista, abogado y notario graduado en la UCR