Por Carlos Morales*
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 22 DE DICIEMBRE, 2017-EL JORNAL). En España se discute hoy, con cierto calor y vehemencia, la supresión de la filosofía en todos los planes de estudio, puesto que no ayuda en nada para combatir el paro, –dicen ellos.
Allá y aquí, alguna gente se pregunta: ¿qué es filosofar y para qué sirve la filosofía?…
Allá y aquí, la gente responde con prontitud… que para nada.
Otra gente pregunta que ¿para qué sirve un filósofo? y le responden de inmediato… que para lo mismo.
Pero ciertos pesados como Ortega y Gasset, Constantino Láscaris, Jacques Sagot, Oscar Arias, Guillermo Malavassi, Claudio Gutiérrez y otros, –que estoy viendo, pero no digo quiénes son–, opinan que: sin filosofía y sin filósofos, no seríamos más que esa chanfaina que vemos a diario por la tele…
Esa que, por falta de vocabulario, recurre a la palabra TEMA para todo, incluso para definir una vaca; esa que dice doceavo y catorceavo aniversario, esa que dice todos y todas, chicos y chicas, los y las ballenas, ciclistas y ciclistos, migrantes y migrantas, los delincuentes y las… …bueno, mejor no sigamos… ¿Verdad doña Estrellita?**
Nuestra realidad está cada vez más determinada por lo superficial, por lo frívolo, por el periodismo corrongo, por “El Chinamo”, por “A todo dar”, por los bikinis del “Coopertone Guanacaste Fashion”, por… “Hasta la cara me duele”.
Esa omnipresencia de lo intrascendente, de lo trivial, conduce sin falta a un transitar descerebrado, sin pensamiento, sin lenguaje (que es la construcción del pensamiento); a una forma de vida que flota en la nebulosa de la mediocridad, de la estulticia y por allí sobrevienen el soborno, el vale-madrismo, la corruptela, los Alcateles, que son sus hijos inevitables…
Y todo eso es, de alguna manera, falta de filosofía, falta de pensamiento crítico.
La ausencia de filosofía es producto de aquellos modos de pensar que privilegian la inmediatez frente a la recuperación de los procesos históricos; que anteponen la fragmentación a las perspectivas integradoras; lo farandulero a los planteamientos críticos sobre la condición humana; y el facilismo contra las rutas escarpadas del conocimiento profundo.
En cambio, los filósofos nos ayudan a pensar, a tener una visión analítica, una identidad individual, nacional o regional… “Porque el ensayo filosófico –y aquí cito a un pensador que tampoco les voy a decir quien es, pero que lo estoy viendo– porque el ensayo filosófico –repito– será parte indisoluble de nuestra identidad cultural y de la madurez intelectual de la conciencia racional y crítica de nuestros pueblos mestizos… Esa conciencia histórica que solo se logra cuando una colectividad se asume como sujeto, como causa en sí misma”.
Estos pensadores, amigos de la sabiduría, cultivadores de la teoría del conocimiento, son los que le dan contrapeso a la mediocridad circundante y una definición real a lo que verdaderamente somos.
Algunos, como Alfonso Reyes, sostienen que una nación sin filosofía es una nación sin identidad, o sea, algo así, como casi nada.
Y resulta que el doctor Arnoldo Mora Rodríguez ha consagrado su vida a filosofar, a buscar las causas, los orígenes, las consecuencias de nuestro ser, de nuestra identidad nacional. ¿Podría haber otra ocupación más noble, más desprendida y más encomiable?
Por 60 años ha dedicado su esfuerzo a la juventud, enseñando en las universidades y escribiendo en libros y periódicos para que la esencia de nuestro ser histórico, de nuestra cultura latinoamericana, no se vaya con los vientos deletéreos de la tele-basura, los facebooks, los twiteos, los memes y los whatsapos.
Y ha estado siempre en la política, pero no en la politiquería contingente que mendiga cargos, que busca viajes gratis, que se auto-receta pluses y prevendas, sino en la ALTA POLÍTICA, esa tarea REFLEXIVA, que vislumbra el devenir de las naciones, la marcha de nuestros pueblos, el futuro ominoso que nos acecha (sobre todo ahora, con ese subproducto de Hollywood que ha arribado a la Casa Blanca).
Comprometido con las mejores causas, ha propiciado siempre la verdad, la justicia, la libertad y la solidaridad, que son secuelas directas del filosofar, según Platón.
Pero más bien se la pasa a solas y aquí lo cito:
“No me concibo, no me pienso, no me siento, no me vivo, sino filosofando, y hay momentos en que añoro, y solo añoro, el silencio absoluto de las largas horas de meditación”
Sus libros básicos: Perspectivas filosóficas del hombre, El arielismo de Rodó a García Monge e Historia del Pensamiento costarricense, son una cátedra viva de lo que debe saber todo ciudadano consciente para no pasar por este siglo como un figurón del ciberespacio o del Chinamo de Canal 7.
De su mejor libro, extraigo una cita para que ustedes lo vean en su quehacer diario, en su torre de marfil produciendo ideas.
Imagínenlo con una musiquita suave de Claude Debussy al fondo y discurriendo así:
“El pensamiento es reflexión y, como tal, no es primero, sino segundo. Lo primero es siempre la vida y esta es acción incesante. Esto hace que solo contextualizando el pensamiento se pueda comprender su alcance y su novedad u originalidad.
“Pensar es siempre pensar desde el presente, es tomar conciencia del contexto más amplio en que se vive y asumir ese contexto, esa vida no como un dato sino como un desafío…
“Lo pensable construye lo posible, crea la diversidad de opciones y, con ello, el pensamiento se convierte en fuente de libertad. Pensar siempre es asumir críticamente el pasado para hacerse libre, la razón libera…
“Pensar es descubrir y abrir horizontes, es remontar el pasado pero para lanzarse hacia el futuro, es construir el futuro mismo, es tomar pie en el pasado mediante un compromiso del presente…
“El pensamiento es la primera forma o primer germen de una vida nueva. Por eso, crear es siempre dar a luz, producir vida nueva. Todo pensamiento original es auroral, es el alba que rompe las tinieblas del ayer y se abre al nuevo día del mañana que ya deja de ser un objeto determinado para convertirse en horizonte que seña pautas y marca direcciones”.
Mas son tan solos y marginados los filósofos, sobre todo cuando no están enjaezados a una gran industria o consorcio; que este lindo homenaje ha tenido que ser inventado por un embajador extranjero, quien muy enamorado del país, sabe apreciar sus más altos valores y ensalzar a los que realmente merecen ser encomiados… Así, en vida, de frente, y no cuando ya se han ido.
Gracias señor embajador por esa noble y feliz idea, y ojalá que este homenaje de las 80 primaveras, sea tan solo el primero de esa cadena de reconocimientos (el Magón por ejemplo), que los costarricenses le estamos debiendo a Arnoldo Mora, nuestro filósofo vivo más relevante…
Que por dicha no se convirtió en tabacalero, ni en cooperativista, como su padre, ni tampoco en director de orquesta como le hubiera gustado, porque nosotros lo queremos y lo necesitamos por siempre: FILÓSOFO.
Ah, …y ya para cerrar: muchas gracias Xinia, Juan Manuel, Carlos Arnoldo y Adriana, por CHINEARLO y mantenerlo así: tan joven, tan activo y tan feliz como la gran patria epistemológica lo requiere. Kant, Montaigne, Voltaire, Rodó, Hegel y hasta el pesado de Michel Foucault, les sonreirán esta noche.
*Escritor y periodista. Discurso del autor con motivo del homenaje que el 28 de abril le hizo la embajada de El Salvador al doctor Arnoldo Mora.
**Se refiere a Estrella Cartín, integrante de la Academia Costarricense de la Lengua y quien a su vez realizó un discurso en torno a la figura del homenajeado.