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Ha muerto el doctor Sócrates

Ciudad y Campo

José Eduardo Mora

Alto, flaco, barba prominente, pelo lacio y ligeramente largo. El número ocho siempre en su espalda: hoy, después de una larga batalla contra el alcohol que lo llevó a otras complicaciones de salud, murió en Sao Paulo el “doctor Sócrates”, quien hizo verdaderamente honor a su nombre y fue un filósofo del fútbol.

Perteneció al maravilloso Brasil de 1982 que perdió su rumbo al título contra Italia y estuvo en México 86 en aquella fatídica tarde en que Francia superó en los penales al equipo que, esta vez también, dirigía el extraordinario Telé Santana.

Sócrates nunca se creyó un futbolista: nunca. Siempre fue por los caminos del mundo diciendo, repitiendo e incluso explicando por qué él y sus compañeros de la verde amarella era artistas.

Pase al vacío, taquito inesperado y artístico. La misma habilidad que tenía con sus pies excesivamente pequeños (calzaba 37) para un hombre de 1,93 metros de estatura, la tenía con la palabra.

Su padre lo había influido para que escogiera una carrera que fuera de utilidad al prójimo, por eso a los 24 años se graduó como médico, profesión que en verdad ejerció poco, porque con su fútbol curaba y rescataba a miles de almas agobiadas por la “saudade”.

Como en toda vida de artista probó con otras manifestaciones del espíritu: el canto y la pintura y en ambas los críticos ni se percataron de sus expresiones. No importa, porque lo suyo estaba en el campo de juego. Desde ahí no solo daba cátedras al lado de Zico, de Falcaco, de Junior, de Eder, sino que también encontró en la tribuna del fútbol un magnífico espacio para combatir a la dictadura de su país.

Como todo soñador intentó logros imposibles, de esta manera, en una oportunidad procuró que su equipo O Timao fuera una democracia pura, donde todos tomaran decisiones sin importar las jerarquías.

Era marxista declarado y amante de la bohemia, el cigarrillo y el alcohol.

Fue capitán en el 82 y en el 86, pese a que ahí estaba Zico, el hijo futbolístico de Pelé.

Cuando terminó el partido en que Italia, que a la postre sería campeón, venció 3-2 a Brasil, un narrador de su país cerró así la transmisión:»es uno de los mejores juegos de todos los tiempos, es una lástima que un equipo como Brasil, con jugadores de otra galaxia, quede eliminado». El capitán de esa nave galáctica era Sócrates.

En 1986, de nuevo el doctor Sócrates y sus muchachos hicieron del fútbol un arte indiscutible y de nuevo volvieron a fracasar. Yo tenía 14 años, y esa tarde lloré porque era incomprensible que un grupo de artistas puros perdiera por segunda vez la oportunidad de ser campeones mundiales. No había razones, pero el tiempo que todo lo cura, como lo dice el bolero, ha traído con sus brisas eternas la mayor de las explicaciones: ese equipo de Sócrates y Zico sigue vivo en nuestros corazones y es, en nuestros corazones, dos veces campeón mundial.

http://youtu.be/4vk2OkagTuY

http://youtu.be/N24F4ap3RbI

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