(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 25 DE DICIEMBRE DE 2018-EL JORNAL). El 1 de diciembre de este año que agoniza, tomó posesión como Presidente de México Manuel López Obrador, a quien sus detractores tildan de populista, por ser un hombre de izquierda, pero en tan solo 24 días de mandato ya hizo tanto como muchos, en otros lugares del mundo, no hacen en cuatro años.
Llegó a la presidencia luego de tres intentos y de que en 2006 perdiera con Felipe Calderón del PRI por medio punto porcentual, lo que le permitió a López Obrador asegurar que le habían robado la presidencia y que él era el legítimo Presidente.
Sus ruedas de prensa, diarias, comienzan a las 6 de la mañana y no teme responder a ninguna pregunta de los colegas, ni pide, como muchos en otros lugares, que hay que enviar las preguntas por correo electrónico.
Señor Presidente, como hijo de esta América, la América de Martí, de Manuel Mercado, José Vasconcelos y Benito Juárez, quiero agradecer su lucha abierta contra la corrupción, su lucha por los salarios excesivos en el Poder Judicial, su lucha por las pensiones de lujo, su lucha por mejorar la administración de su gobierno, sin tener que acudir a nuevos impuestos, como sí sucede en otros lugares del mundo.
Señor Presidente, con su actitud honesta y su transparencia y su estatura de estadista, le devuelve a la política ese viejo principio de servicio público que, en otros lugares del mundo, es convertido en privilegio, aunque todos hablen, como si fueran futbolistas, de que el servicio público conlleva un gran sacrificio.
Señor Presidente, el convertir la residencia de Los Pinos, otrora llena de lujos y privilegios, en una casa cultural abierta a todos los mexicanos, es una muestra de su talante y de su grandeza y de honrar aquella frase del admirado Martí: “no se debiera escribir con palabras, sino con hechos”.
Señor Presidente, el renunciar a viajar en el lujoso avión presidencial, que ya puso a la venta y el viajar en clase económica, es visto por sus adversarios como un acto de demagogia, pero en realidad es una muestra más de la claridad y el compromiso con que asumió sus seis años de mandato.
Señor Presidente, en estos tiempos raros, en que nos dicen que somos ciudadanos del mundo, y ya no solo del país en que nos tocó nacer y en los que muchas veces el ciudadano se siente huérfano de liderazgo, de capacidad y de principios, por aquellos que gobiernan, tenerle a usted al frente de México genera esperanza, orgulloso silencioso y la convicción de que no todo está perdido, aunque la culturas chinameras nos ahoguen por doquier.
Señor Presidente, hago mías esas palabras que le dijo ese joven ciclista que se cruzó en su camino cuando usted se dirigía a la Corte Suprema de Justicia: “recuerde que no nos puede fallar”. Las hago mías porque la patria latinoamericana nos pertenece a todos y fue el gran sueño del gran Simón Bolívar.
Señor Presidente, si cumple tan solo el 50 por ciento de lo propuesto para la cuarta refundación de México, no hay duda de que la historia lo absolverá.
Señor Presidente, usted le devuelve a su cargo señorío y grandeza, y como costarricense me hace sentir muy orgulloso de saber que, todavía, hay políticos de su talla y moralidad.
*El autor es director de EL JORNAL y máster en Literatura.