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Goleadores

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, MIÉRCOLES 02 DE SEPTIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Son los jugadores más buscados en cualquier mercado del futbol. Goles son amores y no buenas razones, dice el adagio popular y basta con obsevar un partido para comprobar su vigencia.

Cada vez son más difíciles de encontrar, quizá porque se busca mal. Un goleador es un hombre de área si se parte de lo que era el típico nueve, hoy una especie en extinción.

Los Errol Daniels, Juan Ulloa Evaristo Coronado, Edgar Marín, Jorge Manuel el Gugui Ulate, Javier Vicente Wanchope, Víctor el Mambo Núñez, Randall El Chiqui Brenes, Álvaro Saborío, Rolando Fonseca y Alejandro Alpízar, para nombrar solo a algunos de distintas generaciones del balompié nacional, son cada vez más escasos.

Se habla del falso nueve, del volante de llegada que puede convertirse en goleador y se apela a algunos elementos técnicos para justificar la falta de un goleador, lo cual no se puede disimular en un equipo, por mucho que se aspire a tapar ese vacío.

El caso más reciente en el actual torneo de Apertura es el Santos de Guápiles que se quedó sin Javon East y no tiene a quién poner en el ataque que le resuelva las buenas jugadas que elabora.

Ni el joven Josimar Méndez ni Starling Matarrita poseen ese olfato de gol. Ese saber estar. Ese saber moverse en el momento preciso para hacer la sombra y que el balón termine en la red no se aprende en los entrenamientos.

El fútbol gira totalmente alrededor del gol. Le llaman, en un bello eufemismo, ‘el táctico del fútbol’. Vaya usted a saber qué quieren decir con ello, pero la frase daría para un curso completo de semiótico en la Universidad de Bolonia, donde fuera profesor Umberto Eco, especialista en esta rama del saber y creador de la inolvidable novela El nombre de la rosa.

Al gol, muchas veces se le buscan justificaciones y explicaciones. No, señores, el gol, como la rosa, es sin por qué.

Fue Borges el que evocó aquel verso del poeta Angelus Silesius: La rosa sin por qué: florece porque florece.

El gol es gol sin más, pero para llegar a él se necesita de ese extraño especialista, que a veces tiene pinta de vaquero del oeste o de gerente de finananzas. Esto tampoco importa.

Lo que se requiere es a un goleador que resuelva en el momento justo, cuando hay que marcar diferencias y poner mojones de por medio con el adversario.

Santos pudo hacerlo ante Alajuelense y le falló la decisión a Matarrita, a quien no le pueden reprochar absolutamente nada por haber errado.

Sin goles el fútbol es una melodía desafinada. Por eso los goleadores cobran en oro puro por cada segundo que están en el campo.

Lo sabe en este torneo el Santos y lo intuye el Saprissa que pretende llevarse a sus filas a Frank Zamora, que tiene la virtud de ese instinto de gol innato, pero que además puede pasar de deprador a intérprete en segundos.

Sin un goleador, ningún equipo llega lejos. A lo sumo le quedarán los lamentos. Las aproximaciones. El consuelo de decir: ‘qué bien jugamos, lástima que…” Goles son amores y no buenas razones: la sabiduría popular no tiene límites y los clubes deberían escucharla con más atención. Debajo de sus sentencias hay oro puro.

 

 

*El autor es periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.

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