(LUNES 07 DE FEBRERO, 2022-EL JORNAL). Pese a su esplendor en la cultura y en el fútbol, en especial por haber sido anfitrión de dos de los más grandes mundiales de la historia, México es un gigante con pies de barro.
Nunca ha jugado, como sí lo hizo Costa Rica, ese famoso quinto partido. Increíble, pero es real. No lo han jugado todavía.
Y cuando acuden a las grandes citas, los mexicanos fallan. El Monterrey con Javier el Vasco Aguirre ha tropezado ante el Al Ahly de Egipto, en un un claro y prematuro fracaso.
La grande en infraestructura. En los muchos millones que manaje y mueve México, no siempre se ve reflejado en su fútbol.
Su poderío en la actual eliminatoria ha sido puesto en duda por su fútbol deficiente. No en vano, buena parte de la prensa azteca pide la cabeza de Gerardo el Tata Martino.
México debe estar a la altura de su palmarés en el área, pero cuando sale de aquí aunque muchas veces hace grandes presentaciones, estas no se ven reflejadas en los resultado que le hayan permitido posicionarse como uno de los grandes en el fútbol internacional.
México está a años luz, en cuanto a resultados, de Uruguay, Argentina, Brasil, Italia, España y Alemania y ya debería, si seguimos la metáfora que establecieron Cristiano y Messi, poder sentarse a la mesa con los destacados comensales citados.
Pero no, México, no da ese paso. Y aquí es cuando un país pequeño como Costa Rica debe reflexionar al respecto. Si se piensa en grande. Si se abandonan esos sesgos administrativos que limitan a nuestro balompié, aquí existe el talento para crecer y para alzar la cabeza en la Concacaf, donde a diferencia de lo esperado después de Brasil 2014, Costa Rica no marca las diferencias esperadas.
No se puede por tanto, tener como modelo México, porque es un gitante con pies de barro que si se deja al sol, se derrite silenciosamente.