(MARTES 09 DE ENERO-2024-EL JORNAL). La nueva administración de la Federación Costarricense de Fútbol nos ha vendido gato por liebre en el arbitraje y nos ha hecho creer que una sola persona es capaz de enderezar un entuerto que lleva ya 30 años.
Y, desde luego, que eso es una ilusión. Una falsa ilusión. Una maravillosa narrativa, sin asideros, sin soportes que se transforma en promesas inalcazables, que solas se van al despeñadero.
Basta con ponerle atención al ahora presidente de la Comisión de Arbitraje, Horacio Elizondo, para saber a ciencia cierta que ni él, ni ningún otro que quieran vestir de supermán, arreglará la situación del arbitraje nacional.
Ahora, con el advenimiento del VAR, se quiere maquillar la verdadera realida del arbitraje costarricense, que pasa por mejorar las condiciones laborales de los réferis, su preparación física, psicológica así como una amplitud en su formación humana. No basta con saber de arbitraje para ser un buen árbitro.
Y mientras esos y otros aspectos no se aborden de manera integral y por todo un departamento con profesionales capacitados en respaldar a los señores de negro, habrá mucho verbo, mucha buena intención, pero no se llegará a ninguna mejoría, la cual es indispensable para el desarrollo del fútbol.
Porque existe una idea extraordinariamente equívoca de que el arbitraje es ajeno al fútbol. En muchos programas, por ejemplo, tras hablar del arbitraje, alguien dice, bueno, y ahora sí, hablemos de fútbol.
El arbitraje es inherente al fútbol y por tanto debe considerársele en la ecuación principal; sin embargo, en Costa Rica es la cenicienta de manera exponencial, y lo seguirá siendo, por más storytelling que nos cuenten, por más promesas infundadas de mejoría y otras yerbas. Sin un sustento material y profesional, el arbitraje seguirá a la deriva.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL