Con motivo de la muerte de Eduardo Galeano, uno de los más lúcidos intelectuales de América Latina, reproducimos para sus admiradores este extenso texto del escritor y periodista Carlos Morales, el cual, con sus variantes, se incluye en el tomo dos de El Café de las Cuatro, libro publicado por EUNED.
He aquí la entrevista completa:
Asistimos a una “macdonalización” del mundo
Carlos Morales*
www.carlosmoralescr.com
A un encantador de serpientes es lo que más se me parece el inventor de Memorias del Fuego: un hechicero de ojos azules, con turbante, y sentado en el piso, que pone a bailar a las gentes al gusto y paciencia de su embrujador discurso. Silencioso, caminante solitario de camisa y pantalón azul en las calles de La habana, Eduardo Galeano, una vez al frente de tres o de cientos de personas, es capaz de hipnotizarlas a todas con su verbo rico y su cadencia tanguera.
Es primero periodista, luego un gran escritor y también un exquisito poeta de lo breve; pero a mi me suena como un mago de la oralidad. Una vez que comienza a hablar, nadie se puede escapar al hechizo de su cadenciosa voz rioplatense, por donde se van enhebrando todas las historias que ha recogido en las calles de Nuestra América. Por eso es que, junto a su ocupación de poeta, de escribidor permanente, una de las demandas que más recibe es para dictar conferencias, pues a todo el mundo le encanta que los encante.
Y a eso vino a Costa Rica en mayo de 1996. Dictó una charla sobre justicia y prisiones, pero por el impulso de algún amigo común (yo sospecho que Mario Benedetti), me tocó disfrutar con él más tiempo que a sus anfitriones. Con mi pobreza de periodista lo llevé a comer a restaurantes de poco brillo, lo puse a jugar en casa con mis hijos, mi perro y mi canario, lo paseé de incógnito por las calle de Moravia, Tibás y Sarchí, y también lo tuve en la radio y la tele como se da cuenta en este Café. ¡Privilegios que da la vida!
Su obra es muy amplia, en el sentido de que son muchos sus libros, aunque casi todos, excepto Las venas, están constituidos por textos muy breves o viñetas, que es como más le gusta escribir. De hecho hizo de la brevedad su paradigma y es capaz de comprimir en cinco líneas más hondura que en ciertos novelones de auto ayuda.
Las venas abiertas de América Latina(1971) es una de sus obras más célebres, y se estima como la historia de economía política más leída y respetada en el continente. A pesar de sus casi cuarenta años de publicada, todavía en 2011 sacaba chispas en la ONU, cuando Hugo Chavez se la regaló a Barack Obama.
Fue obra capital en la formación de varias generaciones latinoamericanas y por eso es lógico que ocupara gran parte de esta tertulia.
Aparte de ella, Galeano concretó, en 1986. el tercer tomo de Memoria del fuego, una trilogía que le mereció en los Estados Unidos el American Book Award.
De allí en adelante se dan muchos títulos como Vagamundo de 1973, una novela que se llama La canción de nosotros, luego Días y noches de Amor y de Guerra, Amares, El libro de los abrazos, que es de 1989, Voces de nuestro tiempo que fue publicado en Costa Rica, Patas arriba, y también El fútbol a sol y sombra, una serie de viñetas dedicadas a ese deporte tan apasionante que “sólo jugaba bien cuando dormía, porque soy el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país”.
Dueño de un estilo pulido, cortante y super breve, Galeano debe ser contado entre los pensadores que forjaron la identidad latinoamericana, pues su voz, su pesquisa y su denuncia han permeado todos los rincones del mundo y ha sido traducido a todos los idiomas importantes.
Los tres días que pernoctó en San José en esta segunda visita, no dejó de llover ni un solo minuto, de modo que todo lo que hizo anduvo pasado por agua. Todo, menos esta enriquecedora charla que ahora gozarán mis lectores.
“Estamos viviendo una macdonalización del mundo, una imposición igualada de un mismo modelo, en medio de la más desigual de las sociedades”, sostiene en este Café de las Cuatro el célebre escritor uruguayo, Eduardo Galeano, quien visitó el país para una conferencia sobre derechos humanos, en mayo de 1996.
“El dueño de la cafetería”, como dijo Joaquín Gutiérrez, estaba en Radio Universidad, pero también tenía lazos cordiales con el Canal 15, de modo que la conversación se filmó para la tele. Solo que en ese canal, con el paso de las avispas, el vídeo fue desaparecido, pero ha quedado una adaptación de audio –ya no visual– que hicimos para la radio y es la que acondicionamos para este libro. O sea, que esta es la tercera versión del café original. Que no se perdió, aunque hubiera interés de perderlo.
Como se trata de un programa radiofónico, la charla es más distendida y se hace acompañar de música vernácula de Alfredo Zitarroza, con la cual Galeano no tardó en desarrollar su embrujo. Los parlamentos son más extensos y puede haber repeticiones que, para la radio, fueron de utilidad. Algo de todo eso se siente en el diálogo, aunque naturalmente, lo hemos adaptado.
Le rinden homenaje a Galeano con sus preguntas, el Ministro de Cultura, Arnoldo Mora; el poeta Alfonso Chase; la antropóloga Eugenia Ibarra, y quien sirve el café. También moderador y a cargo del único micrófono que teníamos.
Morales: A 26 años de publicado Las Venas Abiertas de América Latina, Eduardo, ¿qué cambios de consideración se han producido en su pensamiento y en su modo de ver el mundo?, es una preguntita para comenzar suavemente…
(Risas)
Galeano: Bueno, yo no soy la misma persona que escribió el libro. En realidad, una semana después de haberlo escrito, ya no era la misma persona; porque lo bueno que tiene la vida es que te permite nacer de nuevo cada día y entonces uno va cambiando. Recuerdo la historia aquella que solía contar Bertolt Brecht, de los dos amigos que se encuentra después de treinta años de no verse y uno le dice al otro: –¡no has cambiado nada!, y el otro, horrorizado, palidece, porque eso es lo peor que te puede ocurrir… Yo estoy orgulloso de mis cambios, no me he jubilado de vivir, pero estoy también orgulloso de haber sido durante todos estos años leal a un hilo de continuidad que atraviesa los cambios y que yo te diría es la lealtad a las ideas que creo y a las personas que quiero.
Morales: Eso es precisamente, el motivo capital de admiración que hay para Eduardo Galeano en todo el continente. Esa coherencia de 30, de 40, de 50 años como escritor, pero yo quiero plantearle la idea desde el otro lado, la parte más difícil. ¿En qué casos has tenido que admitir que tu visión de mundo se estrelló contra la realidad y tuviste que cambiar? ¿En qué cosas? ¿Recordás en algún aspecto específico haber tenido que cambiar una creencia?
Galeano: No, te diría que no porque se haya estrellado así, sino porque en todos estos años, con el paso del tiempo, va aumentando la capacidad de ver los matices de la realidad, los claroscuros de la realidad. Y esa visión de las cosas yo creo que fue muy enriquecida en obras posteriores a Las Venas, en gran medida por el propio tema de Las Venas.
Las Venas es una obra de economía política, aunque está escrito al modo de una novela de aventuras o de una historia de piratería, pero en el fondo el tema es la economía política, es una contra-historia económico-política de las Américas. Y bueno, después yo intenté, con los tres tomos de Memoria del Fuego, abrir en abanico esa visión de la historia, porque afortunadamente la historia no es solamente económica ni solamente política.
Tiene que ver también con el modo como la gente ama, sueña, come, baila, se cae, se levanta, y entonces, bueno, te diría que a través de todos esos años y sobre todo a través de la larga investigación (nueve años estuve trabajando en Memoria del fuego), yo pude enriquecer mucho mi visión de una región del mundo que es muy compleja, muy contradictoria, muy rica, muy misteriosa, como es América Latina. Pero nada de lo que decía en Las Venas abiertas lo retiro, no me arrepiento ni de una línea, ni de una coma. Aunque ahora no la escribiría así, claro.
Morales: ¿Y has vuelto a leerla?
Galeano: Sí, he vuelto a leerla. No por el placer que me da releerme, que no es la actividad que prefiero, más bien te diría que me resulta bastante aburrido releerme: es como bailar con la hermana, como dicen en el Uruguay ¿no?, una actividad un poquito así como masturbatoria. Lo que pasa es que a veces estoy obligado a releerme, por las correcciones, las reediciones, cuando se hacen recomponiendo el texto, son una tentación para las erratas, que entonces se cuelan por todas las rendijas y he tenido que releerla un par de veces porque ha sido recompuesto el libro, pero no he cambiado nada. O sea, salvo pequeños detallitos, así formales, te diría que el libro fue lamentablemente confirmado por la realidad.
Morales: Pero hay por ejemplo algunas afirmaciones que podrían haber cambiado por el contexto. Por ejemplo aquella parte del capítulo que habla sobre las fuentes subterráneas del poder. De cómo Estados Unidos, por necesidad de minerales, podría dar golpe de estado a Getúlio Vargas, a Janio Cuadros en Brasil. ¿Eso no habrá dejado ya de existir en razón de que ahora la pelea es por la informática, por la información, por el dominio de la cibernética?¿No estará superado?
Galeano: No sé, yo te digo que opero mucho con sentido común no más ¿no? No soy un especialista en nada, trato de no perder el sentido común, eso es lo único que trato de hacer en relación con estos temas complicadísimos. No soy economista, ni sociólogo, ni politólogo, ni “ólogo” de nada, no soy especialista en nada. Soy un ciudadano que trata de no perder el sentido común, que hoy por hoy es el menos común de los sentidos. Entonces, escucho mucho decir “el norte ya no necesita del sur”, “el desarrollo tecnológico tan acelerado de estos últimos años permite prescindir de las materias primas y de muchos de los alimentos que provienen del sur”.
Como que además de desgraciados somos inútiles o sea, que ya no nos necesitan ni para martirizarnos. Escuché mucho decir eso. Pero trato de no perder el sentido común, como te digo y entonces poing!, guerra de Irak. Una superproducción de la televisión con un millón de extras, con una cantidad incontable de muertos.
¿Habrá sido por la sagrada causa de la liberación de Kuwait? No… no, porque si no los Estados Unidos se tenían que haber invadido a sí mismos a continuación, para castigar la invasión de Panamá que era tan grave como la invasión que Irak había hecho de Kuwait, y los Estados Unidos no se invadieron a sí mismos, cosa que además nunca hacen porque los únicos especializados en trabajar por nuestra propia perdición somos nosotros los latinoamericanos, ellos saben defenderse bien. Esa guerra no estalló en nombre de ninguna sagrada causa de la libertad, estalló por el petróleo, porque Sadam Hussein que había sido un héroe de occidente hasta la semana anterior…. Cover story de la revista Times. Todos lo besaban, no había artículo que no lo alabara, bueno, lo armaron además, hasta los dientes. Pero súbitamente ¡se convirtió en un demonio, en un Hitler!.
¿Porqué habrá sido eso? Curiosa coincidencia. Las potencias solían coincidir y coinciden todavía con sospechosa frecuencia.
¿Qué había hecho este hombre para convertirse? ¿Este dios para convertirse en demonio, ¿Cuál fue el motivo de su caída a los infiernos?: Que intentó subir el precio del petróleo y eso no se hace, porque el petróleo sigue siendo un producto fundamental que viene del sur para la estabilidad de las economías del norte y con el precio del petróleo no se juega. Cosas de sentido común ¿no?
Mora: Eduardo pero… el Hussein de aquí fue Noriega. Ellos hicieron a Noriega, armaron a Noriega, hicieron de Noriega un héroe. El día que Noriega comenzó a decir: bueno, vamos a negociar el canal de Panamá y a lo mejor los japoneses nos ofrecen algo, ese día Noriega comenzó a ser narcotraficante.
Galeano: Seguro también un bandido.
Mora: Que siempre lo había sido, pero comenzó a serlo públicamente.
Galeano: Claro, pero era un narcotraficante incorporado a las planillas de la CIA, el era funcionario de Bush.
Bueno pero te quiero decir algo a propósito de esto de que el norte no necesita del sur y que podrían prescindir perfectamente de nosotros: entro a una tienda en Estados Unidos (estuve cuatro meses en Estados Unidos el año pasado), a una tienda cualquiera, de las grandes tiendas: un calzoncillo, una camisa, una corbata, un pañuelo, un corpiño, un tapado, una malla de baño, lo que se te ocurra recoger de algún estante para mirar el precio, pero además no viene mal mirar algún otro dato además del precio, ¿dónde está hecho eso? En la dominicana, en Pakistán, en China, en Perú, en Costa Rica, en El Salvador, en México: en los países del sur, que son los que proporcionan al norte mano de obra barata para sus industrias virtualmente esclavas…
Mora: Esos que se llaman ilegales son los esclavos de la época actual. Son seres humanos que no tienen derechos.
Galeano: ¡Seguro! Entonces ¿no será que pueden prescindir hasta cierto punto no más?
Mora: Además, el proceso industrial requiere un mínimo de consumidores, o sea con todo el proceso moderno ellos agotan un determinado mercado en cuestión de meses. ¿Dónde van a vender los sobrantes? ¿Qué van a hacer del resto?
Galeano: Pero ahí esta la contradicción ¿no?, no sé qué pueden hacer con eso, porque por un lado hay una estructura mundial organizada de tal manera que necesita productos baratos y brazos baratos. Y por otro lado también necesita mercados ampliados y ¿Cómo van hacer para vender más y que la gente consuma más si la gente esta condenada a salarios de hambre?
Mora: Eduardo, yo quería plantearle a usted una cosa: ¿qué es lo que esta detrás de la piel, detrás de los datos y cifras de un libro como Las Venas Abiertas? ¿Es lo que podríamos llamar un proyecto político? Cuando usted escribe algo, usted dice, pero además de decir tiene una intención que lo lleva a decir lo que dice. Entonces, ese proyecto político, esa utopía digamos, y el conjunto de medios o instrumentos para llevarla a cabo, ¿no cambió en los últimos 25 años?
Galeano: Si pero las venas no se refiere a eso…
Mora: Pero es subyacente, ¿No está subyacente? es decir, más allá de la denuncia ¿no hay algo de parte suya?, claro que sí lo hay, y ese algo, esa intención ¿no ha cambiado?
Galeano: Lo que había detrás de Las venas en realidad era nada de gran envergadura, simplemente había la intención de difundir ciertas informaciones que estaban guardadas bajo siete llaves en los cofres secretos de la literatura especializada y ponerla al alcance de la gente, para que la gente supiera o empezara a preguntarse cosas.
Mora: Que perdieran la ingenuidad digamos.
Galeano: Nada más que eso. Yo no me propuse nada mas que eso. Porque además creo que el primer paso para poder llegar a curarse consiste en saber que uno está enfermo y Las venas, a lo sumo, quiso ayudar a la… ¿como te diría?, a la revisión de la historia. O sea verla de nuevo, no verla ya como una fatalidad del destino; como algo escrito en las estrellas, decidido por quien sabe qué dioses o quien sabe qué diablos, sino ver la historia como un resultado de la actividad humana.
Mora: ¿Y a qué atribuye usted el éxito? Porque usted es objeto de tesis, no solo de tesis sino también de lecturas permanentementes. Todavía hoy en día tanto o más que en la década de los setenta ¿no es cierto?
Galeano: Pero no por ese libro, por otros posteriores. Ese libro tuvo suerte y se mantuvo. Tuvo mejor suerte que al principio, al principio le fue muy mal.
Morales: Al principio no lo premiaron en Casa de Las Américas para comenzar.
Galeano: No… Porque no era serio
Morales: ¿Qué no era serio?
Galeano: Había un jurado con una concepción un poquito académica de la historia y de la economía, entonces no era serio un libro que fuera divertido… A partir de la certeza latinoamericana de que lo único serio es lo aburrido, de que si uno no es solemne, entonces uno no es serio y ese libro no tiene nada de solemne y entonces no era serio. La misma prevención hubo al principio en las universidades, en las universidades latinoamericanas que demoraron años en aceptarlo, lo aceptaron cuando empezó a funcionar como texto en Estados Unidos, Francia, Inglaterra… Entonces nosotros como somos coloniales, ahí sí paso a ser un libro presentable.
Mora: ¿Dónde comenzó el éxito? ¿Quién lo hizo exitoso?
Galeano: Yo creo que las traducciones.
Mora: ¿A tuvo que venir de afuera? Hasta que los de afuera dijeron que era interesante.
Galeano: Sí, estamos muy entrenados para eso, estamos entrenados para escupir al espejo, o sea, lo que es bueno es lo que viene de afuera ¿no? Yo nunca había salido en la televisión de mi país, por ejemplo, ahora me están haciendo hasta entrevistas largas. Cuando volví del exilio (yo volví en el 85), estuve cinco años sin aparecer en la televisión, nunca, ni un minuto….Y aparecí. Una vez aparecí, pero aparecí en la CNN, o sea que la CNN me hizo una entrevista, bastante larga, y entonces esa entrevista se reprodujo en la televisión de mi país. Yo salí en la televisión uruguaya gracias a la CNN, porque si salgo en la CNN entonces está bien.
Ibarra: Entró desde afuera.
Galeano: Claro, entonces ya ese personaje dudoso se convierte en alguien presentable. Es la mentalidad colonial despreciable.
Morales: Yo estoy empeñado en hacer un esfuerzo por descubrir los cambios de Eduardo en estos últimos 25 años, y Alfonso Chase que fue el conspirador que lo trajo aquí la primera vez, debe, aparte de haber observado los cambios que no sean el cambio del pelo o el cambio de los ojos…
Galeano: Millones de pelos, millones de pelos hay entre Las venas y el libro del fútbol… Eso que has dicho es muy duro y te lo cobraré a la salida. Es la dura verdad…
(Risas)
Morales: Será pagado debidamente!… Alfonso Chase debe saber ¿qué cambio se ha sentido en la obra? Alfonso ha estudiado tu obra, la ha seguido cuidadosamente y por eso me interesa conocer ¿qué cambios has visto en la obra de Eduardo a lo largo de estos 25 años y cómo lo ves ahora después de aquella primera ocasión en que lo trajiste a CEDAL, cuando era prácticamente un chiquillo, casi desconocido? yo recuerdo haber estado allí y Eduardo aparte de ser un galán, que sigue siendo, no era conocido en América Latina.
Chase: Perdón, hay ahí una cosa definitiva en ese momento: Eduardo Galeano era un periodista, y uno de los periodistas más importantes de América y no era solo él, era Lincoln Silva, Elena Poniatowska, Adriano González León, era un equipo, un grupo de gente que nos habíamos conocido ya fuera por correspondencia o por habernos conocido en América, y Eduardo vino no sólo porque ya estaba Las venas, ya existía como tal, acababa de salir, pero además había hecho un reportaje sobre Guatemala que es un reportaje clásico en el periodismo latinoamericano de finales de los años 60.
Y Eduardo vino porque evidentemente lo que él decía a nosotros nos decía algo. Era muy importante, porque era otra gente y ahora pienso, viendo a Eduardo, en Miguel Grinberg o Carlitos Monsiváis, una serie de gente que en ese momento tenía cosas que decir y que han mantenido esa fidelidad, esa lealtad, cambiante, lógico, porque la situación, las canas, la calvicie, todo pasa por nosotros, pero hay una cosa que no cambia, que yo creo que es la fidelidad a Las venas abiertas de América latina; que yo solo le encuentro una particularidad que sigo creyendo, que es el hecho de no garrotearnos nosotros, sino que está escrito con una profunda dignidad lingüística y un gran sentido de la historia.
Y hay otra historia de por qué el libro no fue publicado o premiado en Cuba, también no solo por lo que Eduardo dice, sino por los contenidos que en ese momento alguna gente no aprobó. Porque en esos momentos nosotros íbamos a Cuba y todo el mundo hablaba del libro, todo el mundo decía que tenía que publicarse, pero también les daba miedo, porque Las venas contradecía una desgracia congénita, que nos han hecho creernos que nosotros tenemos como latinoamericanos. La generación del 70 había descubierto a Vasconcelos, había descubierto a Palacios, a una serie de figuras que para nosotros eran emblemáticas. Y yo creo que para nosotros no fue ninguna sorpresa descubrir a Eduardo, ni fue para Eduardo ninguna sorpresa venir porque fue un convivio muy lindo con gente costarricense. En esa época existía Mesoamérica no nos habían dividido tanto.
Mora: Pero también, que no se premiara en Cuba, es que en ese momento también había una concepción como muy ortodoxa, en cambio usted ataca por ejemplo a Neruda.
Galeano: Incluso en El libro de los abrazos yo le dediqué un par de textos muy cariñosos a Neruda, diciendo que había ido a visitarlo (cuando ya no estaba) a su casa de Isla Negra cuando ya llevaba algunos años muerto, pero que ahí entré y me lo encontré… me lo encontré mágicamente y que entonces compartimos un pastelito de jaibas…
Mora: ¿Eso fue durante de la dictadura de Pinochet?
Galeano: Si al final…
Galeano: Claro, porque yo tuve la suerte de hablar cuando se abrió la casa de Neruda y le rendí homenaje y siempre tuve una alta opinión de Neruda. Lo que pasa es que en Las venas, y después en otras ocasiones también, lo que yo he dicho es que en la obra de Neruda, y muy especialmente en el Canto General, que es una obra espléndida, es una verdadera maravilla, se reflejan algunas limitaciones y algunos errores de visión de la izquierda tradicional. Que es una visión muy liberal del proceso latinoamericano y que se ha equivocado feo en las estatuas que les faltan y en las que les sobran.
Morales: Al hablar de Pablo Neruda me asaltó un tema que es poco conocido, que es la novela de Eduardo Galeano, una novela que se llama Canción de Nosotros y que en Costa Rica es poco conocida. Tenemos la fortuna de que está aquí con nosotros Alfonso Chase, quien no solamente conoce esa novela sino que domina la obra de Galeano y que nos puede hacer un recuerdo de esa novela y de la faceta de Eduardo Galeano, no como economista político, sino como literato, como novelista. Alfonso vos como poeta ¿de qué modo abordás esa parte?
Chase: Bueno yo tengo mi idea en esto y me gusta compartirla con Eduardo: la base es que él es un periodista que escribe novelas. Para mí Las venas abiertas es una novela de aventuras que traza todo un conglomerado histórico, yo pienso que Memoria del Fuego es eso, y sobre todo yo insisto que en Vagamundo está el estilo ya definido. Yo no soy especialista en Eduardo Galeano, pero el estilo de esa narración breve de alguna manera define un instante, una visión, un sentido, pero además define un estilo narrativo que es propio de Eduardo Galeano. A mi me parece que Memoria del fuego es un libro que habrá de quedar. Yo a veces no estoy tan seguro si el libro existe tal como fue escrito, pero si no, Eduardo tiene el mérito de haber escrito una historia de América Latina con características propias y además, insisto, con ese sentido de la dignidad y de la participación multicultural. A través de ese libro nosotros somos y nos sentimos orgullosos de que eso que haya ocurrido, porque lo que ocurre allí ocurre en todas las culturas del mundo. Lo que más me interesa es el estilo, yo no se si queda claro, es un estilo que se puede leer, de ahí el éxito que tiene el libro, la gente lo lee como si estuviera leyendo un testimonio, antes de la novela testimonio Las venas abiertas ya era testimonio, y por eso es que se lee, es una historia.
Morales: Bueno, yo no sé si Eduardo estará de acuerdo con eso, o sea, decir que Las Venas Abiertas es una novela de aventuras es bastante arriesgado.
Mora: El que no está de acuerdo soy yo. Yo veo una trilogía en Uruguay: Onetti, Benedetti, Galeano. Cada uno incursiona en muchas cosas, pero tiene una, digamos, como una especialidad, algo en lo que es particularmente él. Yo le decía a Alfonso, por ejemplo una vez, que él (Alfonso tiene novela, tiene poesía, tiene ensayo), para mi, es fundamentalmente poeta, por encima de ser novelista o narrador. Yo veo por ejemplo en Benedetti el poeta, en Onetti el novelista, y en Galeano el ensayista; será porque yo lo que escribo es ensayo. Y lo original que yo veo en él es que es ensayista-periodista, así como Carlos Morales, por ejemplo, es periodista y hace novelas, es narrador…
Vemos como el periodismo en América Latina ha producido esa serie de grandes escritores, García Márquez por ejemplo, y en el caso suyo, usted coge la crónica periodística, la crónica de análisis (aquí lo llamaban hace muchos años “reportajes” ¿te acordás?), y la convierte en un género mayor, y eso es, desde el punto de vista literario, su mérito mayor: convertir la crónica, el análisis periodístico, en un ensayo que tiene una repercusión que va muchísimo mas allá de lo momentáneo, que es lo propio del periodismo. O sea que aunque sea analítico, aunque no se agote la noticia del momento, usted en cambio lo amplía muchísimo más, le da una solidez y lo convierte en permanente. Esa es por lo menos mi lectura.
Morales: Tenés derecho a una defensa…
Galeano: La verdad es que yo ni en mi caso ni en el caso de los demás escritores, confieso que no me importa mucho a que género se pertenece. Te confieso que yo nunca me creí mucho esa historia de los géneros ni ninguna de las demás historias inventadas por los especialistas en descuartizar el alma humana. Yo creo que hay una esencial unidad del lenguaje humano, que es verdadero, cuando nace de la necesidad de decir y que esa esencial unidad implica (por lo menos en mi caso muy claramente) una intención de violación de las fronteras entre los géneros.
A mí no solo no me importa mucho saber si lo que escribo es ensayo, novela, crónica, testimonio, poesía, cuento; eso no me interesa en lo más mínimo, pero además yo soy consciente de que yo estoy continuamente violando las fronteras trazadas por algunos especialistas de la literatura que han dicho: bueno, hasta aquí llega la novela, aquí empieza el testimonio, el ensayo consiste en tal y cual cosa.
Yo eso no me lo creo nada, creo que hay que recuperar la esencial unidad de un lenguaje que sea capaz de atar a la razón con el corazón. Y creo que una de las cosas más jodidas del mundo del fin de siglo, es que ha divorciado a la razón del corazón. Entonces se encuentra uno con todo un lenguaje dirigido al cerebro del lector, y otro lenguaje en otras áreas de la literatura dirigido a conmover al lector.
Yo creo que en la vida las barajas vienen revueltas y no creo en ningún lenguaje que no sea senti-pensante, que es una bellísima palabra que inventaron los pescadores analfabetos de la costa colombiana… Para definir al lenguaje que dice la verdad, ellos dicen “es un lenguaje senti-pensante”. Y yo cada vez que me dicen, “el intelectual” ¡ush!, ¡dios mío!, no te digo que se me paran los pelos, porque ya ese privilegio lo perdí, pero sí que tiemblo de pies a cabeza y digo qué horror, qué espanto, en qué me han convertido, en una cabeza que rueda por los caminos. Yo no quiero ser un intelectual, y menos con la fea tradición que tiene la palabra, que nace del desprecio al trabajo manual. Yo creo que somos una unidad y yo no soy solo por lo que mi cabeza piensa, soy también yo por lo que mi pecho siente, por mi sexo, por mis piernas, por mi cuerpo, por mis manos, por todo, por cada pedacito de mi. Yo no tengo un cuerpo soy un cuerpo.
Morales: Eduardo, ese mismo orden de pensamiento de algún modo conduce a explicar por qué has procurado escribir de manera tan sintética y reducida, o sea, hacer de las cosas muy grandes un texto muy pequeño, y de pronto de las cosas pequeñas, un texto más grande, o sea como que lo cotidiano lo quieres engrandecer y de pronto lo que es aparentemente espectacular y frívolo, lo reduces al mínimo.
Galeano: Quizás todo lo que yo escribí está destinado a eso, está bien observado. Por lo menos como intención, no sé si lo logré. Está destinado a revelar la grandeza de las cosas chiquitas, la escondida grandeza de las cosas chiquitas; de la vida cotidiana, de la gente anónima, de eso que los intelectuales llaman despectivamente el hombre común, y está destinado también a denunciar la mezquindad de las cosas grandotas. A denunciar la falsedad de una cultura que confunde la grandeza con lo grandote y que por lo tanto confunde la fuerza con los músculos.
Morales: Eso me parece muy chéjoviano. ¿No será Chéjov uno de tus autores de cabecera?
Galeano: Claro, claro… Casi me pongo de pie para hablar del maestro, ¡qué maravilla! Que maravilla alguien que puede decir: “el té está frío” y través de eso revelarte toda la tragedia del vivir, ¡qué maravilla! Qué amor tenía por las pequeñas cositas. Claro que sí, el fue un gran maestro. Pero además yo he intentado rescatar la vida de los despreciados, de los maltratados, de los ninguneados, a partir de la certeza de que las voces que vale la pena escuchar son esas voces, y que las otras voces, las voces del poder, son en general voces bobas. Yo lo lamento, no es un problema digamos ideológico –para usar la expresión– el que hace que uno se incline hacia donde no se inclina la cultura oficial o la historia oficial; porque esa historia oficial ha sido escrita por y para los blancos, los machos, los ricos y los militares. Yo soy blanco y soy macho, pero nadie es perfecto, he intentado hacer lo posible por, digamos, servir de boca para la expresión de las otras voces.
Morales: A la doctora Ibarra le interesa ese tema específicamente.
Ibarra: Sí, me parece que es fabulosa la manera en que usted lo ha expresado. Y pues yo he estado pensando que en la obra suya, la memoria es uno de los temas que más desarrolla que más le preocupan y que más presencia tiene. Y ya que tengo la oportunidad de conversar con usted, me gustaría que me comentara, ¿qué papel desempeña o cree usted que puede desempeñar la memoria ante los retos culturales de la globalización en América Latina hoy día?
Galeano: Un papel fundamental, porque es una clave de identidad. Si yo no sé de dónde vengo, no sé a dónde voy y tampoco se quién soy, ¿verdad? Pero yo no tengo con la memoria una relación lineal, ella es mi alimento primordial porque ella sabe de mi más que yo, pero es también mi veneno, como ocurre con todo en la vida, ¿verdad?, en los alimentos están los venenos, en la noche está el día, en la muerte está el nacimiento, todo es muy dialéctico y contradictorio.
Entonces, la memoria que es, ¿cómo te diría? lo mejor de mí, es también lo peor de mí. Por ejemplo, es lo peor de mí cuando me invita a la nostalgia, a elegir la nostalgia en lugar de la esperanza… La nostalgia es linda, es una prueba, es una especie de huella digital, es la prueba de que uno no nació en la oreja de una cabra o en la hoja de un repollo, que uno pertenece a un lugar o que pertenece a algunas personas y que extraña ese lugar y que extraña a esas personas cuando las tiene lejos, entonces, uno tiene nostalgia de todo eso.
Pero a veces la nostalgia te abre también una trampa y eso yo lo vi muy clarito en los años del exilio, cuando la gente (muchos compañeros condenados al exilio) se amparaban en la memoria como un refugio para justificar su miedo de vivir… La memoria pasaba a ser entonces una coartada del miedo de vivir, porque era una nostalgia preferida a la esperanza, entonces inventaban una realidad que nunca había existido para refugiarse en ella y yo soy de los que creen que lo que mejor que me ocurrió es lo que todavía no me ocurrió. O sea, a mi no me interesa la memoria como puerto de llegada, me interesa la memoria como puerto de partida.
Como en una historia que yo recogí y publiqué en un libro que se llama Las palabras andantes, que recoge viejas leyendas y algunas historias chiquitas que vienen de la realidad y tiene que ver con esto de la memoria. Es una ceremonia habitual entre los indios de la costa noroeste de las Américas.
Cuando el ceramista viejo, el maestro del barro, el gran maestro del barro, se va a retirar porque ya le tiemblan las manos, porque se le nubla la mirada, ocurre ahí una lindísima ceremonia de transmisión del poder digamos ¿no?: el maestro que se va entrega al maestro que empieza, al que se inicia, su obra maestra o sea su pieza cumbre, su obra perfecta, su vasija más bella y el joven que empieza recibe éste legado, esta vasija que es la culminación de la obra del maestro, pero en lugar de ponerla ahí como para verla todos los días e inspirarse en ella, no, no, nada de eso, lo que hace con esa vasija es romperla contra el suelo…
La estrella contra el suelo, la revienta en mil pedazos y esos pedacitos los recoge del suelo y los incorpora a su barro. Yo creo en esa memoria, no en la otra. No en la memoria de los museos. Creo en la memoria que se continúa en la vida y desde la vida nos desafía.
Morales: Analizando la poesía en la obra de Galeano (a Alfonso) yo pienso que lo que pasa es que la condición polifacética de Eduardo Galeano hace de pronto un poco difícil abordarlo, porque se le puede abordar por muchas puntas distintas. Yo creo que la poesía está siempre presente; en Memoria del Fuego, por ejemplo, hay una constante presencia de la poesía. Vos que sos poeta básicamente, como dice nuestro ministro, ¿cómo lo ves?
Chase: Yo pienso que él tiene una visión poética en todo. Insisto que en Vagamundo está y sigue la visión poética como él habla, todo eso que ha hecho él es recuperar la memoria, pero la memoria viva, la memoria que nos han robado, la memoria que no está en los libros de texto, que no está en la historia oficial, la memoria nuestra. Yo vuelvo a esa idea de fidelidad, no sé cómo expresarla bien, pero es la fidelidad histórica a una trascendencia nuestra que encontramos en la unión de lo criollo, lo indígena, lo mestizo, lo que somos, porque Eduardo es heredero de todo un complejo sentido cultural que uno encuentra en todo.
Bueno su último libro sobre el fútbol es eso, ¿qué es el fútbol?, puede ser el opio del pueblo, puede ser la alegría colectiva, puede ser la satisfacción personal, pero es un fenómeno de masas y es un fenómeno manipulable, maravilloso, si se ve desde ese punto de vista, mercanciable, pero igual ahí está la memoria. Y no es una memoria de museo, ya él lo planteó, es la memoria viva.
Los libros de historia están muy lindos pero ¿quién los lee? Uno de los éxitos estos libros de La memoria del fuego es cómo se han traducido, como se han leído y como aun en un pueblito que uno va de Colombia, de Venezuela, de Costa Rica hay un tomito de esos. A veces desarticulado de la colección, pero la gente encuentra ahí su memoria…
Yo creo que la conservación de la memoria es el premio más importante que puede tener Eduardo en eso. La memoria activa, ni siquiera viva, del ser como nosotros somos y el orgullo de ser latinoamericanos… Nosotros tenemos una historia que se remonta a 6000 años y eso es lo que he encontrado yo en tus libros. Todo eso me hace sentirme ser humano… y poeta, vos sos poeta, sí.
Morales: Cuando entraron al tema ese de senti-pensante; de cómo se puede mezclar el sentimiento con la razón y de cómo a veces se les quiere separar, me dije: “esto se pone difícil”, entonces me traje un filósofo y lo puse a mi derecha, porque digo, cuando no entiendo, que el filósofo me explique. ¿Cómo ves esa….
Mora: Él no es sentí-pensante, él es algo más que sentí-pensante, es pasión. Lo que hace efectivo a Eduardo no es lo que dice, ni como lo dice, es quien lo dice, porque lo que la pasión es, es el ser concreto que está escribiendo. Cuando lo veo aquí y es primera vez que lo veo, hoy al oírlo hablar, lo estoy leyendo. Dicho sea de paso es una de las grandes características y de las más importantes de la literatura hispanoamericana, es que reivindica el lenguaje coloquial, escribir no es ponerse trascendente, escribir es lo que estamos haciendo aquí , es hablar y un día de tantos se puso eso en blanco y negro. Y lo veo como escritor y como artista, el artista es aquel que realiza una trasgresión, cuando el dice “me importa lo grande un bledo, lo que me importa realmente es lo pequeño porque en lo pequeño encuentro lo grande”, está haciendo una trasgresión, está violando todo lo que se define como verdad, como belleza o como valor dentro de un determinado contexto sociocultural.
Chase: Te decía que en realidad, en dos platos, es el rechazo de lo logocéntrico como blancos, falocéntricos, académicos que nosotros somos. Yo creo que precisamente el logocentrismo es el que ha escrito la historia de nuestros países, cuando realmente no es solo el sentimiento, es precisamente la corporeidad, lo que dijo Eduardo, él es cuerpo, cuando nosotros pensamos con todo el cuerpo pensamos, pero cuando solo pensamos con la cabeza somos restringidos.
Mora: Sí, pero tampoco se puede renunciar a la razón, Eduardo esta reivindicando su condición de escritor, yo estoy reivindicando mi condición de lector. La misma libertad que tiene el escritor al escribir es la que tiene el lector al leer. Porque ¿qué es un libro?, un libro es un espacio donde un lector se recrea a sí mismo, lo que el lector le agradece al escritor es que le creó ese espacio, pero no le agradece que le haya dicho cómo es ese espacio, ese espacio lo amuebla, lo llena, lo puebla el lector.
Galeano: Creo que en lo que dijiste hay una gran verdad, y es que el único juicio de veras válido, a propósito de un libro, es el que nace del acto de la lectura, que es una ceremonia de comunicación humana, no es un acto de consumo, no es un acto de consumo pasivo ¿verdad?.
Porque además el libro, cuando es verdadero, o sea cuando está de veras vivo y uno lo pone en la oreja y lo escucha respirar, entonces el libro esta actuando como un gatillo disparador de la energía creadora del lector, o sea el lector es también un creador en este acto de creación acompañada; y la virtud del libro o de la palabra escrita, o de la palabra en general, puede ser la de oficiar de gatillo disparador de la imaginación del lector, o de su capacidad de asombro, o su capacidad de indignación, de su capacidad de razón.
Yo recuerdo siempre una historia que la conté en El libro de los abrazos, porque me impresionó mucho… Me la contó Lucía, una amiga colombiana, cuando ella era chiquita ella se deslizaba secretamente hasta la biblioteca del papá; una biblioteca de credo muy venerable, y robaba libros y los leía a escondidas.
Después los escondía bajo la almohada, era muy chiquita y tenía prohibida la lectura de ciertos libros reservados a los adultos. Fue así que ella descubrió una novela de un autor ignoto, no sé quién era, y esa novela la acompañó toda la vida. La novela creció con ella y con ella fue cambiando, de tal manera que ahora, treinta años después, ella no tiene el menor interés en releer esa novela, porque esta segura que no se reconocería en ese libro, por la sencilla razón de que ese libro cambió tanto como ella cambió, porque le creció adentro, porque se incorporó a Lucía, y eso es lo bueno que tienen los libros cuando son verdaderos ¿no?, que se incorporan a quien los lee, entonces son actos de creación compartida, la prueba de si un libro sirve está solo en el lector.
Morales: Eduardo, hablemos de la forma como surgen las historias en el escritor, ¿cómo te surgen?, ¿cómo te sobrevienen?
Galeano: Bueno, de mil maneras. Yo soy un cazador de historias, un ladrón de palabras, ando por ahí recogiéndolas. Ando siempre con libretitas enanas que son las que me caben en el bolsillo donde anoto cosas que voy escuchando, y como ando en general sin chaqueta, sin saco (a veces me pongo), esto es muy práctico porque lo puedo meter en cualquier lado. Y a partir de ahí a veces son ideas, datos, a veces son historias, historias que ocurren y que les ocurren a los demás y que merecen ser a los demás devueltas porque tienen magia, porque tienen belleza, y bueno de aquí van a otros papeles donde las escribo y las reescribo una vez y dos y tres y diez y veinte veces. Las paso a máquina, después sobre ese original ya mecanografiado vuelvo a hacer correcciones y cambios, ediciones corregidas y disminuidas porque cada vez el texto va teniendo menos palabras, o sea voy sacrificando la grasa para tratar de quedarme con el puro hueso con la pura carne.
Mora: ¿Y usted en qué escribe?, ¿escribe con pluma, bolígrafo a máquina, escribe en computadora?
Galeano: No, no. Todos mis amigos escriben con computadora y me insisten en que lo haga, pero a mi me da mucho placer escribir a mano. Lo primero es que yo tengo cierta desconfianza con las máquinas. Yo creo que las máquinas beben de noche, cuando nadie las ve. Entonces son peligrosas, de día hacen desastres. Ni siquiera sé manejar un auto, imagínate, mucho menos una computadora, yo con una computadora puede llegar a ocurrir un corto circuito universal. No, no, escribo a mano porque me da placer. Y mis amigos me dicen: pero es que si usaras computadora ganarías tiempo y yo les digo: pero yo el tiempo no quiero ganarlo, yo no viajo por llegar, viajo por ir. Escribo por el inmenso placer que me da escribir.
Morales: Ese robarse historias. A lo largo de tu obra te he visto robando historias de muchos países: de Paraguay, de Uruguay, de Argentina, de Chile, pero no he encontrado todavía ninguna historia robada de Costa Rica. ¿O me equivoco?
Galeano: No me acuerdo, porque no tengo un inventario. Tampoco me creo mucho eso de las fronteras ¿viste?, de que una historia pertenezca a Costa Rica o a Panamá o a Brasil. Yo creo que somos una unidad de contradicciones y que todas las historias que ocurren en el mundo pertenecen al género humano y que cuando son de veras mágicas y transmiten hermosura, valen la pena, no me importa de donde vienen, no me importa el origen de las cosas, me importa el destino, a donde van.
(En 2012 Galeano publicó Los hijos de los días y allí nos dedica esta viñeta: “El presidente de Costa Rica, don Pepe Figueres, había dicho: Aquí lo único que anda mal es todo.
Y en el año de 1948 suprimió las fuerzas armadas. Muchos anunciaron el fin del mundo, o por lo menos el fin de Costa Rica. Pero el mundo siguió girando, y Costa Rica se salvó de las guerras y los golpes de Estado.”)
Mora: ¿Pero de donde le salió ese latinoamericanismo? Y se lo voy a decir provocativamente, porque el cono sureño es el menos latinoamericano, se siente europeo. La famosa anécdota esta de que…
Galeano: Sí, sí de que bajamos de los barcos…
Mora: Exacto.
Galeano: Si, bueno. Yo te lo dije ya ¿no? Que simplemente escribo las cosas que me parecen interesantes, las que me parece que tienen electricidad de vida, y entonces… nada, escribo lo que me sale, y lo que me sale es lo latinoamericano pero no porque me dé la orden, no porque yo diga: es mi deber cultural propender al desarrollo de una cultura sumergida y negada por los dueños del poder, ¡no, dios mío! Tiene que ser algo que nazca del hígado que crezca de adentro.
Después la razón lo explica hasta cierto punto, porque afortunadamente ella no es capaz de explicarlo todo, pero eso me nace de las tripas y me nace de ahí porque bueno, son historias de veras apasionantes. Creo que el pecado capital de América Latina es la bobería, hemos sido entrenados para la bobería para ser bobos, para ser tontos, para escupir al espejo para despreciarnos a nosotros mismos, para ignorarnos a nosotros mismos.
Y sobre todo para ignorarnos entre nosotros, para la mutua ignorancia que es a veces también mutuo desprecio, odio mutuo. Y creo que eso es una cosa que habría que superar ¿verdad?. Por eso es tan importante la cultura como una herramienta de superación de esas fronteras que nos impiden respirar a pleno pulmón y ser lo que de veras somos. Somos afortunadamente contradictorios y diversos.
Cuando me dicen: “¿como se va a hablar de una identidad latinoamericana?, ¿qué tiene que ver un haitiano con un argentino?” les digo: Menos mal, menos mal que somos tan diferentes, frente a un sistema universal de poder que al que no mata por hambre, lo mata por aburrimiento.
Ibarra: Tal vez es brincar un poco a otro tema, pero que a mi me interesa muchísimo… Con el asunto de la conmemoración de los 500 años, surgió un movimiento casi que a nivel mundial donde los archivos prácticamente se volcaron hacia afuera y se escribió cualquier cantidad de trabajos que denunciaban la situación indígena actual y del pasado. Eso fue para el año 1992. Ahora, yo me pregunto ¿si usted en su experiencia y en su conocimiento de América Latina, ha notado algún eco a esa reflexión?
Galeano: Sí. Yo creo que el acto más lindo o más digno de 1992 fue el que concedió el Nobel a Rigoberta Menchú. Después el resto hubo mucha ceremonia oficial, toda ella teñida de sospechosos auto elogios del poder. El poder tiene la costumbre de mirarse al espejo y decir: ¡Qué lindo soy! ¡Qué bonito soy!
¡Qué espléndido soy! ¡No hay quien me resista!, lo que es verdad, porque al poder muy pocos son capaces de resistirlo, pero no por lo bonito que es, si no por otros motivos ¿no? Porque tiene cañones y porque a veces esos cañones disparan dinero.
Como decía un general mexicano “no hay quien se resista a un cañonazo de cincuenta millones”. Y entonces, en el 92 hubo mucha ceremonia de autoelogio del poder, pero hubo también; y eso que acabas de decir es verdad, como que eso revolvió el avispero y entonces no todo fueron discursos oficiales, de estos aburridos, destinados a la celebración de una reina de higiene dudosa que nunca se bañó y que además fundó la Inquisición en España, o sea que fue la mamá de la intolerancia y del latifundio, que son dos hijos que si los hubiera evitado…
Si hubiera habido métodos anticonceptivos para que la reina no hubiera generado este par de nenes, la intolerancia y el latifundio, hubiera sido bastante mejor para el género humano. Pero bueno, hubo también lo otro, los discursos críticos como dices, y yo creo que todo eso no se lo llevó el viento en un ratito, creo que algo quedó, y creo que además hay que trabajar por una revisión de la historia, pero orientada, no a rendir homenaje a los indios muertos, porque en Guatemala donde los indígenas son tratados peor que los negros en África del sur, hay una estatua de Tecun-Uman; los indios muertos están muy bien…
Hay que entenderse un poquito mejor con los indios vivos, para quienes la conquista continúa. Son víctimas del racismo, como sus antepasados, pero además son los portadores de una memoria colectiva que es la más americana de todas y que yo creo hay que rescatar en beneficio de la humanidad. O sea, hay voces del pasado que hablan al pasado, vale la pena escucharlas, pero te morís de aburrimiento.
Pero hay voces del pasado que hablan al futuro y esas son las mejores de todas. Las voces más americanas de todas, las que primero han resonado en estas tierras, son curiosamente también las más actuales, y las que más se dirigen a los tiempos que vienen, porque nos hablan, primero, de comunidad, o sea de un modo de vida que no está centrado en el egoísmo y que tiene a la solidaridad por fundamento.
Segundo, nos hablan de comunión con la naturaleza, culturas que han sabido perpetuarse milagrosamente, no es un milagro de la virgen de Lourdes, es un milagro de la porfiada condición humana y de ciertas verdades que son capaces de sobrevivir a los siglos de la persecución y del desprecio.
La comunión con la naturaleza. ¿Cuántos indios ardieron o fueron azotados en las Américas por creer que la naturaleza era sagrada? Ahora lo dicen todos los ecologistas en Europa y nosotros los latinoamericanos estamos encantados con la idea, pero en el siglo XVI o XVII a ver que indígena sobrevivió a una frase semejante. Si la naturaleza era sagrada, aquello era un pecado de idolatría que merecía castigo, porque era la prueba de que el demonio andaba por acá y eso olía a azufre.
Fíjate el daño que le hizo, no solo a nosotros, no solo a las Américas, el daño que le hizo al mundo ese divorcio que ocurre en 1492 entre lo que llamaban hombre; que ahora afortunadamente las mujeres se han despabilado y exigen que se diga persona y no hombre, pero lo que siempre se ha llamado hombre que es la condición humana, la otra gran mutilación que nos reduce a la mitad de nosotros mismos, entre la persona y la naturaleza. La naturaleza fue durante siglos una especie de mala bestia a la que había que amansar para ponerla al servicio del hombre, como se decía.
Al principio en nombre de Dios, después en nombre del progreso. Han pasado los siglos, súbitamente el mundo descubre que si sigue así no tiene destino… Que estamos serruchando la rama donde estamos sentados, que estamos envenenando el aire, que estamos envenenado la tierra, que estamos envenenado el agua, el alma, todo, y entonces ocurre el gran susto universal. En lugar de dominar a la naturaleza, ahora hemos pasado a protegerla.
En el discurso oficial ahora somos todos verdes, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las grandes empresas químicas, los fabricantes de automóviles, los grandes envenenadores del planeta, todos verdes… Yo creo esencial para el género humano rescatar el profundo sentido que tenía la comunión entre las personas; no eso que llaman hombre los mutiladores, entre las personas y la naturaleza para redescubrirnos a nosotros mismos como parte de ella, somos hermanos de todo lo que tiene piernas pero también de todo lo que tiene alas patas, raíces, y por último te diría también recuperar el profundo sentido de libertad que había entre los indígenas de las Américas.
Porque se suele confundir al mundo precolombino con los grandes imperios que tenían su centro en México, Tenochtitlan y en el Cuzco, que eran en efecto autoritarios, sociedades de siervos y de señores, pero la realidad indígena precolombina no era esa, la realidad indígena precolombina era la realidad comunitaria, y era la realidad de algunas culturas indígenas que han podido perpetuar lo mejor de su mensaje como el caso de los iroqueses o de los guaraníes, que todavía eligen a los caciques y los destituyen cuando no cumplen, cosa que no le vendría mal a más de un presidente.
Morales: El poeta Alfonso Chase tenía una pregunta que me parece que no era nada poética.
Chase: Tenía varias, pero a raíz de esta idea: ¿qué pensás vos de lo que es la ecología de la mente? Yo creo que lo primero que hay que cambiar es la mente…¿Qué estás escribiendo ahora, que tome en cuenta eso que vos decís de esa manera?, yo la veo como la única ecología posible, inclusive para salvar el planeta, es la ecología mental, las ideas de Gregory Bateson. ¿Cómo vamos a aceptar la ecología a lo exterior si internamente estamos hechos un basurero?, ¿Qué estás escribiendo en los 90 y que piensas de eso?
Galeano: Si, nadie es mucho mejor que la sociedad que lo genera, de modo que yo también soy internamente un basurero, tanto como cualquier hijo de vecino. Pero simplemente trato de digamos (te lo decía al principio y lo repito ahora), trato de no perder el sentido común y de no perder esa conciencia de salud que me hace saber que estoy enfermo, y que es el comienzo de toda curación, uno no puede superar una realidad si no empieza por enfrentarla y yo creo que tenés toda la razón, uno tiene que enfrentar la realidad de adentro tanto como la realidad de afuera.
Yo creo que todavía cuando escribí Las venas abiertas yo tenía esos mundos separados, y fue a partir de Días y noches de amor y de guerra, que yo empecé a juntar los dos mundos y a comprender más profundamente que las guerras de la calle y las guerras del alma son en el fondo las mismas guerras, que el combate entre la libertad y el miedo ocurre afuera de uno, pero también ocurre adentro, y que, entonces hay que acabar con esta frontera que separa, digamos, lo que sería el espacio íntimo del espacio público, que es una frontera de la hipocresía, que permite que más de uno de los que en el sur denunciaba la dictadura de Pinochet o Videla o cualquiera de los generalotes uruguayos, fuera un espléndido dictador de su propia mujer y de sus propios hijos. En función de esa fronterita trazada arbitrariamente entre una vida y la otra.
Morales: ¿Qué sueño le recomendaría o le indicaría? ¿Qué horizonte ve Eduardo Galeano para esa nueva generación que crece, que ya no es la nuestra, de los sesentas, setentas, si no la nueva generación de los chicos de quince, de veinte años de edad?
Galeano: Si, los mejores sueños, como decía el gran poeta español Pedro Salinas, son los sueños que se des-ensueñan y en materia mortal encarnan, o sea, yo creo que los mejores sueños son los que se convierten en vida viva, en vida real. Pero triste mundo este que está despreciando la capacidad de soñar y que no ha incluido el derecho de soñar entre los derechos fundamentales. Me parece escandaloso.
En la carta del año 48 de las Naciones Unidas, hay 30 derechos humanos, y entre esos 30 derechos fundamentales, no está el más importante de todos, que es el derecho de soñar, que es el que me permite clavar los ojos más allá de la infamia y saber que éste mundo que se me ofrece como destino, en realidad es un desafío que me invita a cambiarlo porque dentro del mundo que vemos, del mundo tal cual es; un mundo que es una suerte de campo de concentración para la mayoría de sus habitantes, que es algo así como el infierno de otro planeta, contiene otro mundo posible, está embarazado de otro mundo posible, y ese otro mundo posible es imposible conocerlo si no es a través de la capacidad de soñar, si no es través de la fantasía, de la imaginación, de ésta capacidad humana de empinarse sobre la situación que cada cual está viviendo para ver más allá.
Morales: Es tan sencillo y tan difícil, que se vuelve filosófico. El filósofo tiene que intervenir.
Mora: Yo pienso que simple y sencillamente estamos en un período de cambio, de una gran transformación. Más bien en un mundo totalmente globalizado, yo creo que la caída del muro de Berlín significó el último triunfo del viaje de Colón, o sea ahora occidente no tiene contrapesos de nada ni de nadie. Entonces ¿qué va ser de América Latina? ¿Qué aporte podríamos hacer nosotros? ¿Qué nos diría usted que tenemos que hacer para ubicar, o que se yo para hacer de América Latina algo que de alguna manera se acerque a nuestro sueños?
Ibarra: Yo quisiera agregar una preguntita más que va bien con la de él. Yo le quería preguntar que, si contrario a lo que se cree, ¿usted no piensa que la globalización puede reforzar o fortalecer las identidades locales y regionales en alguna medida?
Galeano: Puede ser que genere reacción. Por ahora no está ocurriendo eso. Por ahora está ocurriendo lo que podríamos llamar una “Macdonalización” del mundo, en el sentido de que es la gran paradoja del mundo de fin de siglo, bueno, a mi juicio, la paradoja central, la esencial. Nunca el mundo fue tan desigual en las oportunidades que brinda, pero nunca fue tan igualador en las costumbres que impone. Pero lo digo yo que escribí el miserable panfleto ese de Las venas abiertas, ¿quién me va a creer a mi?
No, lo dicen distinguidos filántropos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, que como se sabe trabajan por la felicidad del género humano. En sus informes reconocen que entre el 60 y el 90, la distancia que separa en el mundo, a los que tienen de los que necesitan, a los muy ricos de los muy pobres, se duplicó, o sea que ese abismo es ahora el doble.
Por lo tanto, digo, nunca el mundo fue tan desigual en las oportunidades que brinda. Pero ese mundo tan desigual es al mismo tiempo muy igualador en el terreno de la cultura, en la imposición de un modelo cultural único, que nos obliga a ser casi te diría que fotocopias. Porque tendemos a hablar igual, soñar igual, pensar igual, sentir igual, o más bien no pensar y no sentir.
A vestirnos igual, a comer igual, o más bien a no comer, porque este asunto de la comida rápida equivale a una no-comida; hay como una especie de aniquilación o por lo menos una tentativa de aniquilación, de una magnitud jamás vista, de lo mejor que tiene el género humano que es su diversidad.
Por eso yo decía que cuando no te matan de hambre te matan de aburrimiento, porque te condenan al insoportable aburrimiento de un género humano igual a sí mismo, igual a los modelos que se le imponen como único modo de vida posible en lugar del estímulo al desarrollo del perfil propio de cada comunidad. Mis amigos me dicen: “¿vos escribiendo un libro sobre fútbol?” y yo les digo, pero mira que son burros los intelectuales. No se han enterado todavía de que el fútbol es un dato de cultura fundamental.
Dime cómo juegas y te diré quien eres. Todavía no se han enterado los intelectuales que viven del desprecio a los demás, de que el fútbol es un elemento cultural importantísimo y que también en los estadios se dirime este combate, entre el derecho de ser vos mismo y la imposición de un modelo que te obliga a jugar un fútbol cada vez más veloz y más fuerte en detrimento de la calidad de la picardía del humor y de la gracia. Si he sonado un poquito amargado es porque he visto hoy Italia (contra) Alemania y me pareció criminal esa victoria de Alemania.
…
Aquí no terminó este Café de las Cuatro. Hubo mucho más, pero en la tele y en la radio es indispensable ajustarse a los horarios de programación y por eso algunos diálogos fueron sacrificados en la señal de origen, como dicen los de ese gremio.
*Periodista y escritor: www.carlosmoralescr.com