(JUEVES 16 DE MAYO, 2024, EL JORNAL). En la semifinal Alajuelense-Herediano lo que más faltó fue la autoridad del cuarteto arbitral. Hubo falencias en el campo y demasiado protagonismo, una vez más, fuera de él.
Es raro que si un árbitro, de acuerdo con el reglamento, puede usar las tarjetas desde el minuto uno al 90, se las guarde, e incluso los jugadores los encaren para decirle que esa fue su primera falta.
Anoche a Adrián Chinchilla le faltó personalidad para dirigir un muy complicado encuentro. Él y su línea estuvieron bien en el gol, que, al fin y al cabo, no era fácil determinar.
Si Jeyland Mitchel hizo una entrada peligrosísima contra Fernán Faerron, que, por dicha, no pasó a más, pero que pudo haber acabado con la carrera del futbolista herediano, es porque en el ambiente el jugador manudo interpretó que se podía hacer lo que fuera, incluso su injustificable, torpe y brutal entrada.
No me vengan a decir que fue que llegó tarde. Esta es una muletilla que se repite sin cesar y sin sentido. Los jugadores cometen faltas, no llegan tarde a las acciones.
De vuelta al partido, por esa falta de autoridad mostrada por el cuarteto arbitral, al final Héctor Pity Altamirano, que es un entrenador educado y decente, salió expulsado, pero como dijo en conferencia de prensa, solo pretendía entregarle el balón a mi jugador. Lleva razón y su expulsión debe anularse.
Y como faltó tanta autoridad, Alexandre Guimaraes, que juega su partido en todos los frentes posibles, volvió a soltarle un palo a los árbitros, al aludir a dos jugadas que fueron penal y que no las sancionaron.
«No sé qué más tenemos que hacer para que nos piten un penal a favor». Uno pensaría que el presidente de la Comisión de Arbitraje, Horacio Elizondo, se entera de todo esto y más, aunque por lo que se observa en cancha, la verdad no estoy tan seguro. Pareciera que el arbitraje sigue siendo tierra de nadie.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL