PALESTRA
Rafael Ángel Ugalde
In memoriam de Juan Mario Castellanos, comandante Mauricio
(SAN JOSÉ, 5 DE ABRIL, 2013). Cuando el mundo occidental celebraba la resurrección del Redentor partió el amigo, “el comandante Mauricio”, el filósofo que en los años sesenta se codeó con la crema innata de pensadores de la Europa moderna, el fundador del grupo “Espartaco”, que al principio de los ochenta algún ruido hicimos en los pasillos de nuestra UCR, el padre solidario, el esposo puesto a prueba y, sobre todo, el luchador incansable, del Pacífico al Atlántico, de la Patagonia al Río Bravo. Como ocurrió con el General José María Cañas vino de su natal El Salvador para tragarse desde aquí la Segovias de Sandino o el afligido Guazapa, cuántas veces la historia le llamó. ¡Transparencia, convicción, se llama eso¡
Partiste de puntillas. Bueno, no es tan cierto que te hayas ido, simplemente como los grandes de América Latina: Camilo Torres, Monseñor Romero, el cura Lovaina, el “Che” y un reguero de modernos santos anónimos de esta nuestra gran patria, te tomaste un respiro. Por eso, esta tarde de Resurrección no vengo a despedirme de vos. Ni siquiera vengo a decirte “hasta pronto”. Jamás podría decirte “hasta luego”, comandante Mauricio. Vengo a decirte ¡presente¡ En estos momentos que todos enjugan sus lágrimas, no vengáis a pedirme perorata alguna porque no soy periodista ni abogado. ¡Hoy no estoy para eso¡ Amanecí con angina de pecho; no me salen las palabras y me aprieta la garganta. Solo vengo a decirte un ronco ¡presente, amigo¡. No me ordenes, comandante, romper filas, ni posición de descanso, ni virar a la derecha, porque no te voy a obedecer. ¡Estoy plantado¡ Soy un raso que hoy se rebela; si quieres me fusilas, pero no recibo órdenes: No me moveré. Estoy aquí, en este preciso momento, para decirte, amigo Sócrates , ¡presente¡.
Que te lloren otros que hoy no tienen angina de pecho. Estoy aquí para decirte:¡Presente¡. Contarte que más temprano que tarde nuestros nietos pasarán por las amplias alamedas que vos ayudaste a levantar; que no serán ya prostitutas las hijas del obrero, que el chiquillo vende flores de la esquina del Teatro Nacional será un recuerdo en fotografías para las futuras generaciones. Que el campesino sin tierra que clama comida para sus hijos y recibe garrote es ya un suvenir en nuestras memorias. ¡Estoy plantado, Mauricio, si quieres me fusilas. Periodista, abogado y notario U de CR