(LUNES 06 DE JUNIO -2022- EL JORNAL). Conforme se acercan las horas de cara al juego contra Nueva Zelanda, se van perfilando dos bandos: los que dicen que se gana caminando y los que apostamos por la mesura, porque el adversario siempre tendrá argumentos para defenderse.
Si bien Nueva Zelanda no es Francia ni es Brasil, siempre que se va a una contienda se ha de dir con inteligencia, con el terreno bien estudiado y con la sabiduría para saber golpear al oponente.
Luis Fernando Suárez ha dado muestras de que sabe el arte de la estrategia por encima de las voces que muchas veces llaman a la ‘guerra’ sin ton ni son.
Contra El Salvador, en el Cuscatlán, ante un equipo limitado al que pudo ir a presionar desde el primer minuto, optó por esperarlo, por analizar qué herramientas desplegaba para luego atacarlo por sus flancos más débiles.
Aunque los juegos frente a Panamá y Martinica eran una especie de dos fogueos oficiales, tampoco es que Costa Rica mostró una superioridad abismal como para salir contra Nueva Zelanda a arrollar.
El fútbol tiene la belleza de que los cálculos y las presunciones son solo argumentos para debatir en el programa de radio o en el café de la tarde, porque cuando rueda la pelota un universo en sí mismo se desencadena.
Y ayer lo vimos en el partido entre Gales y Ucrania, esta última selección con más recursos, pero a los anfitirones les bastó un error de Yarmolenko para quedarse con el boleto al Mundial de Catar 2022.
Así que entre las ínfulas y la mesura, yo me quedo con esta última. Una vez conseguido el objetivo si escucho voces de que Costa Rica ganará el próximo Mundial, juro por los dioses que les aplaudiré, pero antes me gusta más hablar de estrategia, esa que ha dominado el mundo por los siglos de los siglos…