(MIÉRCOLES 15 DE MAYO, 2024, EL JORNAL). En la semifinal que se disputa esta noche hay algo claro: la calma que predomina en el vestuario de Alajuelense, en contraposición con la del Herediano, donde a veces surgen huracanes.
El manejo de un vestuario es tan importante como delinear una buena estrategia para la hora del partido, pero está claro que en las tiendas rojiamarillas aparece con mucha frecuencia un exceso de ruido.
En Pérez Zeledón hubo gritos y bronca en el camerino. Lo contaron los colegas que estuvieron ahí. Se oyen gritos desde la grada llamándole la atención a este o a aquel jugador. De pronto, el gerente aparece sentado en el banquillo al lado del entrenador.
Héctor Pity Altamirano se ve un técnico serio y profesional y si se ha mantenido estoico ante ese tipo de situaciones, es porque ha de querer terminar la temporada como un desafío personal, pero todos esos elementos interfieren con la tranquilidad y la claridad de objetivos que ha de reinar en un vestuario.
En Alajuelense se vive todo lo contrario. La llegada de Alexandre Guimaraes le ha dado un punto de expectativa y proyección a ese camerino. Con Andrés Carevic, hay que decirlo, el manejo era excelente, pero el arribo de un técnico mundialista, con cetros en Costa Rica y Colombia, le dan una autoridad que en los momentos actuales necesitaban los rojinegros.
La paz o la guerra en un vestuario es más relevante de lo que parece. De modo que para hoy, la Liga no solo es favorita porque llega con un mejor estado de ánimo, y ya decía Jorge Valdano que un equipo es un estado de ánimo, sino porque existe una mayor serenidad en el camerino.
Mientras en un vestuario saltan chispas, en el otro, su técnico hasta tiene tiempo de repartir pizzas.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL