(MARTES 17 DE OCTUBRE-EL JORNAL). Muchas veces el silencio habla, aunque Horacio Esquivel, entrenador de Guanacasteca, no lo sepa.
Tras el partido, Esquivel, golpeado por la derrota, se fue de palabras y dijo más de lo que debía, al afirmar que la Liga era un equipo predecible y fácil de descifrar.
Los hechos son demoledores: nada de eso tiene asideros, al menos, cuando juegan Guanacasteca-Alajuelensense.
En la semifinal por la Copa, los manudos trifunfaron 2 a 0 con excesiva facilidad y no se vio por ningún lado qué tan fácil descifró Esquivel a su rival.
Entiendo que Esquivel es psicólogo y como tal, debería tener una idea de cómo el silencio es un lenguaje maravilloso, indispensable en la literatura, la música y en el ejercicio del pensamiento.
Por lo tanto, presumir en la derrota no parece ser una estrategia ni inteligente ni oportuna, y habría que determinar el efecto que tiene en el grupo que dirige. Si eso le genera credibilidad o, por el contrario, se la mina, porque cómo se tomará un futbolista el que su entrenador salga a alardear cuando han sido superados sin dificultad.
A Esquivel le fallaron los cálculos y tanto Andrés Carevic como la dirigencia rojinegra fueron muy diplomáticos, en otras circunstancias lo aplastan desde el punto de vista verbal.
“No se debiera escribir con palabras, sino con hechos”, dijo hace ya más de un siglo el poeta, ensayista y periodista José Martí, faro y luz del pensamiento en América Latina, y es una frase que Esquivel debería tener en su camerino.
No basta con salir a la palestra a hablar por hablar, porque esa palabras pueden ser un bumerán peligroso e innecesario, y, ya se sabe, que entre lo sublime y lo rídiculo, hay una línea tremendamente tenue.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL