(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 23 DE MAYO 2015-EL JORNAL). La beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero hoy en El Salvador, supone una victoria para los reclamos de justicia y paz que proclamó el prelado antes de ser asesinado el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en la iglesia de la Divina Providencia.
Romero, tacachado por la derecha salvadoreña como un cura comunista y seguidor de la Teología de la Liberación asumió una postura política en la guerra que desangraba a su país y lo hizo a favor de los más humildes y pobres. El conflicto acabó en 1992, con una estela de más de 75.000 víctimas.
Durante el mandato de Juan Pablo II hubo un sector que se opuso a su beatificación, pero con el ascenso del Papa Francisco su proceso se aceleró y la figura de Romero podría hoy abrir una nueva era para El Salvador, que aún arrastra las secuelas de la injusta repartición de la riqueza y la guerra de las marras es una muestra de ello.
Ya antes de ser beatificado, buena parte del pueblo salvadoreño trataba a su pastor-mártir como un santo.
