(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 25 DE SEPTIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Cuando un partido empieza a percibirse con excesiva lentitud y en el que parece no suceder nada, hay que estar alerta porque se está en presencia del “Síndrome de la Premier League”.
La incubación de la enfermedad se da porque uno se acostumbre a fútbol versátil, ágil, que se juega a 100 por hora, en el que no se pierde tiempo y en el que el ritmo de juego es infernal.
Cuando el cerebro se topa con lo opuesto y de manera inconsciente compara a uno y otro fútbol, se cae en la cuenta de que se está en presencia de los contrarios, del noche y de la mañana, del blanco y del negro, y, por lo tanto, comienza a sentirse cierta desazón.
Al cerebro le parece raro que los jugadores empiecen a tirarse al piso porque un rival pasó cerca, o que se revuelquen en un gesto teatral patético o que pidan la tarjeta roja porque un adversario los volvió a ver de manera fija.
Cuando todo eso pasa en una gramilla de la Primera División del fútbol costarricense se da uno cuenta de que está sufriendo el “Síndrome de la Premier League”, donde tirarse al piso no es viable y donde tampoco es admitido perder tiempo para llevar agua a sus molinos.
El “Síndrome de la Premier League” lleva a medir con un parámetro ajeno a nuestro fútbol, que anclado en el siglo XX, sale perdiendo por goleada, pero es inevitable saber que con los mismos recursos que hay aquí se puede mejorar mucho.
Son dos caras totalmente distintas: la de un fútbol que está al máximo nivel, no solo por lo económico y el otro, el nuestro, en el que las viejas prácticas todavía están vigentes.
Lo ha dicho recientemente Bryan Ruiz, quien pasó por Holanda, Bélgica, Inglaterra y Brasil, que no conviene es ese futbolito de perder tiempo, de hacerse el vivo y de ganar a toda costa.
Para poder competir en el ámbito internacional es necesario un fútbol en el que la pelota recobre el protagonismo, esto, que es una verdad como una catedral, se ha olvidado, y en el que haya un mejor ritmo, más velocidad y la fluidez tengan un mayor peso.
Para ello se requiere un acuerdo nacional, en el que los clubes, la Unafut y la Federación de Fútbol estén de acuerdo de que debemos avanzar al menos 30 años para intentar ponernos a tope con lo que sucede en América Latina y Europa.
Ya no más trucos con los juntabolas, ya no más pantomimas de ese jugador al que lo barrieron y da diez vueltas en agonía, ya no más desplomarse como si estuviera sufriendo un ataque cardíaco para que le piten un penal.
Hasta el propio Neymar tuvo que entender que a él le iba muy mal el teatro. Que era un actor pésimo.
Ojalá que las palabras de Bryan Ruiz sean escuchadas y nos enrumbemos a mejores jornadas, en el que el teatro mal concebido y los trucos baratos para perder tiempo sean archivados y relegados al olvido.
*El autor es periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.