José Eduardo Mora*
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 14 DE OCTUBRE, 2016- EL JORNAL). J.J. Benítez ha dicho en reiteradas entrevistas que si él hubiera tenido la imaginación para haber creado Los caballos de Troya, hace tiempo merecería el Premio Nobel de Literatura, pero que él, en ese caso, había sido un simple notario que ayudó a organizar el basto material secreto sobre la operación en la Palestina del primer siglo de nuestra era.
Si el músico Bob Dylan fue ganador del Nobel, pienso que la Academia Sueca debió desoír los argumentos de J.J. Benítez y haberlo distinguido con el preciado galardón.
J.J. Benítez, quien ha publicado más de 70 libros y amenaza con tener material para unos 20 más, sostiene, también, que no se considera escritor, sino que es un reportero que va por el mundo recopilando pruebas de los asuntos más extraños, desde ovnis a muertos que resucitan para dar un mensaje final, y, claro, no siempre para arrepentirse de tanto mal esparcido sobre la faz de la tierra.
Como ha tratado temas tan escabrosos, en la delgada línea de la fantasía, la ciencia ficción y la locura, la crítica literaria nunca lo ha tomado en serio, y cuenta J.J. Benítez que en sus inicios sufrió el desprecio y el silencio.
Pienso que si Dylan ganó el Nobel, el propio J.J. Benítez lo merecería más, solo por el mero hecho de haber cruzado los mares cientos de veces para ir en busca de un indicio, de una prueba de una aparecido o de un extraterrestre que quería comunicarnos la grandeza y la vastedad del universo. En esa acción hay una “poética del encuentro”, diría algún crítico posmoderno.
El hecho de que el cantante estadounidense muestre un aire poético en sus composiciones, no lo hacía merecedor de un galardón reservado para los creadores de literatura, en poesía, narrativa o ensayo, aunque los autores de este último género casi nunca han sido tomados en cuenta.
La metedura de pata de la Academia Sueca ha sido tan descomunal, que un crítico de The New York Times en español—Jorge Carrión– aseguraba ayer que los creadores de series de televisión, de videojuegos y los “juntapalabras” serán futuros candidatos al Nobel. ¿Juntapalabras? Sí, “juntapalabras”.
No se extrañen si la Academia, en uso de las nuevas tecnologías, le llega a dar el Nobel a algún candidato que jamás haya escrito nada, ni siquiera su nombre sobre la arena, pero que de acuerdo con los sofisticados aparatos se detecte que es un ser pensante y excepcional, tan excepcional que no ha de perder el tiempo de su vida escribiendo.
En fin, que la aventura de la Academia es tan descabellada, que tarde o temprano Messi, por un regate poético; Valdano, por sus claros, precisos e inteligente comentarios, o el propio Maradona, por el uso de un castellano-argentino esencial, diría la Academia, merecerían el Nobel.
Incluso el propio Cristiano Ronaldo podría llegar a ser ganador del Nobel por su grito selvático, porque en ese grito, argumentaría la Academia, se recogen cientos de años de evolución literaria, en una onomatopeya que se puede transmitir de generación en generación y ser capaz de modificar el pensamiento occidental.
Borges, en algún lugar del universo, ha de estar dando gracias por haberse muerto tempranamente sin el Nobel que tanto le negaron.
*El autor es Director de EL JORNAL.