Pablo Salazar Carvajal*
En la Copa de Oro, el árbitro del partido entre México y Panamá vino, vio y perdió. El señor réferi abrió una esclusa y aquello ha sido un torrente interoceánico, todo borbollón y efervescente burbujeo de opiniones; algunas sesudas y necesarias, otras francas estupideces. Oí la conferencia de prensa, y una parte de las declaraciones del entrenador mexicano no tengo claro en cuál de los grupos ubicarla.
Al director técnico le dicen “El Piojo”, vaya usted a saber, en Costa Rica, el por qué del dostoievskyano apodo. El señor dijo, palabras más, palabras menos:, -«La verdad que no es penal, ya lo vimos en el partido, no tenemos que ir al video, qué quieren que les diga. Yo no tengo culpa de eso, no jugamos nada bien, no merecíamos el partido porque no llegamos, no creamos ninguna oportunidad de gol. ¿Qué quieren que haga?”» Y se me ocurre responder que lo que nos hubiera encantado que hiciera es que le ordenara al jugador, que tiraría el penal, que lo botara. Que no se dejara guardado, ni Guardado, esa sensación de ganar por ganar, sin merecimiento alguno.
Pero «El “Piojo” descartó que lo correcto hubiera sido que Andrés Guardado fallara el penal pues aseguró que los rivales nunca perdonan nada.» «Yo ya perdí una Final de esta forma y sentí lo que pueden sentir los panameños.» O sea, agrego yo, que como el rival es un hideputa (al decir del cervantino y buen escudero Sancho) que no perdona nada, mi rasero moral es ese y ahí tengo que situarme. ¡Qué dulce es la venganza y cuánto bien me hace! ¿Comportarme diferente al ladrón, al corrupto? ¡Todos roban! ¡El político, el empleado público, el empresario privado, todos lo hacen! ¡Nadie perdona! ¿Por qué me voy a comportar distinto?
Pero, continua el DT: -«“El equipo no tiene la culpa de todo lo que pasa en la cancha, de repente te toca aprovechar las circunstancias. Pero así es el futbol”.» Y bueno, dice uno, los jugadores no son autómatas, son humanos con capacidad de decisión… digo, creo. Cuando menos decidieron ser jugadores de fútbol. Y esa libertad de albedrío me indica que, justamente, “así no es el fútbol” y que un equipo sí puede variar lo que pasa en la cancha, justo, justito “porque no tiene la culpa”. ¿Cómo está eso de que “de repente te toca aprovecharlas circunstancias”? Si veo a una mujer, que sexualmente desee toda la vida, inconciente a causa de un accidente ¿qué hago? ¿“Aprovecho la circunstancia” e ipso facto, la violo? Si al sujeto que va delante de mí se le cae una billetera gorda, llena panzona de muchos y muchos y muchos billetes que ostentan a don Benjamín Franklin ¿qué? ¿“Aprovecho la circunstancia” la junto y me voy a unas merecidas vacaciones que sirvan para pasear con la mujer y ejemplificar hijos? Qué caray, pero así es el ser humano.
Pues no sé, a mí parece que Andrés Guardado perdió la única oportunidad de su vida de convertirse en uno de los más grandes referentes de lo que deber ser un deportista modélico. Esta Copa de Oro(pel) en cosa de 15 días será Nada. Y el tiro de penal, menos aún. Si Guardado hubiera, ex profeso, ‘botado el penal’ hubiera dado una imagen de gallardía, gentiliza y garbo inexistente en este istmo nuestro.
Hubiera abofeteado los oscuros intereses monetarios que según se dice, mueven voluntades y dignidades. Hubiera cerrado la boca de legiones de obtusos e imbéciles que por toda Latinoamérica reptan –con título de periodistas deportivos o no- que se pasan infamando a México, sí a México. Porque, misterios del fútbol, “cosas del fútbol”, once muchachos en calzoncillos son la materialización de una patria. En virtud de una inmediatez inútil, absurda, inservible guardó, para siempre, la oportunidad de que su selección fuera, en un instante, la más grande del mundo.
*Abogado y escritor.