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El olvido imperdonable

(MARTES 27 DE OCTUBRE, 2020-EL JORNAL). El fútbol ha fascinado desde sus comienzos en Inglaterra, allá por 1863, pero en la actualidad olvida un ingrediente elemental: que se juega para lograr goles.

El fútbol se gana con anotaciones, grita Perogrullo, y parece mentira tal afirmación, pero cuando se ven encuentros en los que todo se apuesta a un cero a cero, nos damos cuenta de que esa realidad existe.

Sucede a menudo en el fútbol costarricense, pero países como España no están exentos de estas terribles y tristes situaciones. Ocurrió en el Cádiz-Villarreal, un encuentro que terminó en cero y fue una oda al aburrimiento.

En una liga de las más importantes de Europa, junto con la inglesa, que ello suceda es muestra inequívoca del poder de las pizarras por encima de la creatividad y la alegría de jugar.

Se olvida, por ende, que el fútbol es un espectáculo. Y que el aficionado, en tiempos ‘normales’, va a la grada a ver las proezas de sus ídolos. No asiste a ver ese juego monótono que no va a ninguna parte.

Ese juego de pases lentos. Que llega al a mediacancha. Se devuelve. Pases horizontales. Mediocampo de nuevo. Y vuelta atrás, no lo toleran pero ni en el barrio, y ahuyenta a los seguidores.

En el caso costarricense sería conveninete una especie de pacto tácito por parte de los equipos y los entrenadores, para que cada vez que salten a la cancha haya determinación de jugar un balompié ofensivo, que tenga como norte ser atractivo y contundente.

Al fútbol hay que devolverle el vértigo, la osadía, esa calidad que hacía que los feligreses a esta religión pagana se pasaran hablando el resto de la semana de lo que sucedió el domingo.

Ese ritual se ha perdido porque a veces hay partidos en los que ni un solo jugador intentó un regate. Suena irónico y no lo es. Suena exagerado, pero es la realidad.

Con estas propuestas es natural que otros deportes le hayan ‘robado’ público al fútbol en la última década.

Hay que repasar los viejos manuales del fútbol para confirmar que el pique, la picardía, el afán de jugar sin complejos era la cotidianidad y que bastaban cuatro conceptos tácticos y estratégicos para jugar al fútbol con estética y grandeza.

“Toco y me voy’, recuerda Ángel Cappa, en La intimidad del fútbol, era una de las máximas en el fútbol argentino de los sesentas y setentas, y es lo que procuran hacer los grandes clubes desde el Liverpool al Manchester City.

En el fútbol no hay mucho por descubrír, pero sí mucho por pulir. Y lo mejor es ponerse a la faena y dejar la calculadora a un lado, porque de tanto usarla, el fútbol se expone a perder su esencia y su infinita alegría.

 

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