EL PLACER DEL TEXTO
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 12 DE MARZO, 2016-EL JORNAL). Una vez más el arte es capaz de articular un discurso con todo su potencial y con toda su capacidad para evocar imágenes y para desnudar al poder de par en par.
La imagen de Aylan Kurdi, el niño sirio que murió ahogado en los mares turcos en septiembre pasado, y que se puede observar en su completa amplitud desde los ventanales del lujoso Banco Central europeo, es un triunfo más de la sensibilidad y el compromiso del arte.
Esta vez fueron los artistas Justus Becker y Ogus Zen, quienes quisieron rendir homenaje al pequeño Aylan, que en su ruta hacia Alemania perdió la vida tras huir con sus padres de la guerra en Siria.
La fotografía, en su momento le dio la vuelta al mundo, pero como todo pasa tan de prisa en esta sociedad de la información inmediata, el arte de Becker y Zen viene a reclamar una mayor perennidad para el dolor de una de las víctimas más inocentes que hayamos tenido en el curso de los últimos años.
La imagen de la vergüenza, no ya para Europa, sino para el mundo entero, no puede pasar desapercibida tan fácilmente, grita la gigantesca imagen creada por los artistas.
El niño muerto en el mural y el imponente edificio del Banco Central europeo: qué imágenes tan opuestas. El símbolo del poder ante el símbolo de la muerte. El cinismo contrapuesto a la inocencia. El lujo contra la fragilidad humana encarnada en el indefenso Aylan.
Gracias al arte podemos seguir reflexionando sobre esa muerte de Aylan, que nos llenó de sangre las manos a todos los que en la lejanía nos vimos indefensos ante las olas de la miseria y la mezquindad humana que lo arrastraron al mar oscuro del desamparo.