(VIERNES 18 DE JUNIO, 2021-EL JORNAL). El mundo del fútbol costarricense sigue una línea contraria a la realidad. Mientras el resto de selecciones tienen técnico y han aprovechado los últimos dos años para llegar en su mejor estado a la octogonal, nuestros federativos siguen jugando a las escondidas.
Se habla de ternas, y de que Trezeguet envió el currículum, y que antes lo había hecho Pekerman, y que Luis Fernando Suárez es un sólido candidato, y que Guimarares tiene opciones, y que Medford y Jeaustin hicieron su propuesta.
Palabras, palabras, palabras, como un viejo bolero que irremediablemente evoca a la amada perdida para siempre. Al bolerista le queda, al menos, la suerte de seguir sangrando por esa herida que al fin y al cabo le confirma que está vivo, que mañana va a amanecer y que cada día tiene su propio afán, como lo dijera el profeta que inauguró nuestra era.
A la Federación, no obstante, le quedan pocas cartas por jugar porque se han equivocado, en materia del técnico, de forma reiterada y no solo ya perdieron todo asomo de credibilidad, sino que si la escogencia, una vez más, es errónea, las probabilidades de ir a Catar 2022 cada vez son menos.
Esas son las consecuencias de contar con un grupo dirigencial que ha demostrado grandes incapacidades para gestionar los recursos: fracaso de la preolímpica, fracasos en las selecciones menores, fracaso en la femenina y casi fracaso en la Selección mayor.
En estas circunstancias, lo que se agradece es que todos los federativos, por el amor que le tienen a la camiseta Tricolor, renuncien. Por patriotismo, por honradez, por compromiso con el país, pero como no lo van a hacer, no queda más remedio que pedirles que, al menos por una vez en su gestión, tomen una decisión acertada.
Es el último cartucho que les queda, en este mundo al revés en que se mueve nuestro fútbol.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.
