(JUEVES 26 DE DICIEMBRE, 2024-EL JORNAL). Hay un viejo decir que asegura que «las finales no se juegan, se ganan». Nada más falso. Nada más impreciso. Nada más alejado de la realidad. Es todo lo contrario. Lo que sucede es que se dice una frase, que en sí lleva alguna dosis de atracción o de morbo, y eso hace que se compre de forma fácil y que comience a repetirse sin ton ni son, sin sentido alguno.
Es lo que ha sucedido con «las finales no se juegan, se ganan». Es un verso al aire, carente de bases. Si hay un partido en el que se requiere inteligencia, tino, estrategia, táctica y claridad es una final, porque a diferencia de cualquier otro partido, el resultado es irreversible, no hay manera de devolver la situación al punto cero y comenzar de nuevo.
Por tal motivo, tanto Alajuelense como Herediano, si quieren salir vencedores, tienen que apelar a sus mejores virtudes, ser fieles a lo que han hecho durante la temporada regular y en la segunda fase, anteponer la cabeza al corazón y luchar por el objetivo con los mejores argumentos, aquellos que, justamente, se apegan al estilo del equipo.
Cualquiera que traicione lo mejor que ha hecho, estará dando ventajas al adversario. Es lo que le ha sucedido, en dos partidos, a la Liga, que intentó protegerse en exceso en el Carlos Alvarado y al final salió perdiendo por idéntico marcador de 2 a 0.
Para la gran final de mañana –6 p.m.– en el estadio Alejandro Morera Soto, la ventaja de dos goles que lleva el club florense, sin duda, condicionará la estrategia de ambos equipos. Y es aquí donde debe prevalecer la fidelidad a lo que han jugado ambos equipos durante la temporada.
Alajuelense, por ende, deberá enfocarse en su fútbol ofensivo, además de que las circunstancias lo exigen, y Herediano tendrá que estar más resguardado en un largo ejercicio de resistencia.
Lo cierto es que los dos equipos deben olvidarse de ese mito vacío y pobre de que las «finales no se juegan, se ganan». Un sinsentido en toda regla, que para la noche de mañana no sirve de nada.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL