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El infierno de mi alcoholismo

 Inauguramos este nuevo espacio. Las historias son reales, solo que para respetar el anonimato omitimos la foto del autor y cambiamos su nombre.

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 14 DE NOVIEMBRE, 2016-EL JORNAL). Comencé a tomar a los nueve años, cuando era solo un niño. No sabía ni qué era el alcohol ni los estragos que podría producirme. Lo hice simplemente como una travesura, pero tengo que aceptar que me gustó el chispazo que desató en mí.

Lo seguí haciendo, una y otra vez, cada vez que mi padre me enviaba a la pulpería a comprarle la pachita, y así seguí hasta los 13 años.

Cuando ingresé al colegio seguí bebiendo. Siempre a escondidas, o por lo menos los primeros tres años, porque los últimos dos años, ya me sentía envalentonado y más bien presumía de beber delante de algunos de mis compañeros.

El alcohol me daba una seguridad, una tranquilidad y feeling que nunca había experimentado. Yo me sentía importante y ganador, aunque cada vez tomaba más y más, hasta que tras la salida del colegio, vinieron las grandes borracheras, las fiestas continuas y todo ese carnaval que uno piensa que es lo más grande que le ha sucedido en la vida.

Ya trabajando, cuando aún era muy joven, empecé a tomar los fines de semana, hasta que un día todo cambió: probé con la cocaína. Qué descubrimiento tan maravilloso. La cocaína me tenía despierto todo el tiempo y así podía tomar horas y horas. Luego probé con otras drogas como la marihuana y hasta en un par de veces me atreví con la heroína, pero esta última no me gustó, me sacaba de onda, como decía por entonces.

Empecé a tener problemas en mi trabajo y perdí mi primer trabajo como vendedor de ruta. Luego volví a tener problemas en mi nuevo trabajo como vendedor en una ferretería. Y así seguí hasta que un día, a mis 22 años, tuve mi primer internamiento por alcoholismo.

Me juré que nunca más ingresaría a un lugar así. Aquel ambiente me pareció espantoso, pero dos meses y medio después estaba de nuevo internado, no en el mismo lugar, pero sí por el mismo problema.

Fue entonces cuando mis padres hablaron conmigo y enfadado los mandé al infierno. Me quedé prácticamente solo y en la calle, ahora solo con trabajos ocasionales. Y ya bebía toda la vida. Alguien me recomendó Alcohólicos Anónimos y me pareció una ofensa. De hecho le dije que ahí iban los fracasados y seguí mi camino, mi rumbo. Yo aún me sentía fuerte y pensaba que esto de tomar fuerte era solo una mala costumbre. Tuve que pasar 15 años más en la miseria del alcohol y pasar por dos internamientos psiquiátricos antes de entender de una sola vez.

El médico que me atendió me dijo que solo me daba la salida si asistía a reuniones de Alcohólicos Anónimos. Contra mis principios, contra mi orgullo, contra mi vanidad, y contra mi soberbia absoluta le dije que sí.

Fue un comienzo desastroso. Me sentí como un payaso cuando la primera noche aquellas gentes pidieron que si había alguien nuevo que levantara la mano. Yo, que pese a todo el desorden de mi vida estaba a las puertas de obtener un título en ingeniería, tenía que hacer del pato de la fiesta en ese lugar.

Alguien, antes de terminar la reunión, me dio un librito verde con blanco que traía muchas preguntas y anotó al margen de la segunda página: “Quédese con nosotros. Lo esperamos mañana”. La letra no era muy legible, muy clara, pero eso me motivó a ir al día siguiente y seguí yendo pese a mi orgullo.

Ya han pasado diez años y en mí se operó un milagro. Hoy soy un profesional muy bien ubicado en el ramo de la ingeniería. Me casé y no solo tengo una compañera muy especial, sino que soy padre de dos hijas preciosas de cinco y ocho años. Alcohólicos Anónimos, por medio de su programa, y la asistencia a las reuniones han hecho un milagro en mí. Tengo una deuda enorme y cuando vi que este periódico iba a comenzar esta sección me entusiasmé y me dije que yo quería compartir con cientos o miles de gentes mi historia por si alguien que aún está sufriendo quiere darse una oportunidad. Alcohólicos Anónimos funciona y hace milagros, no lo olviden.

 

Pedro A, San Salvador, El Salvador.

 

Le interesa contar su historia de cómo superar el alcoholismo. Escríbanos a director@eljornalcr.com y nos pondremos en contacto con usted.

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