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El gesto de Guardiola

 

ENTRE PARÉNTESIS

New-José Edo
Máster José Eduardo Mora, director de EL JORNAL

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 18 DE ABRIL 2015-EL JORNAL). Ahora que Josep Guardiola empieza a tener problemas en el Bayern Munich, la gente de fútbol comienza a descubrir que es humano, demasiado humano, como habría dicho el gran filósofo alemán Frederich Nietzsche, y que el técnico más exitoso del mundo en los últimos años, también se deja traicionar por sus emociones.

Desde sus tiempos de capitán en el “Dream Team” de Johan Cruyff y sus años dorados como entrenador en el Barcelona, Guardiola ha estado sometido, como lo sabemos por su biografía, a altas presiones, pero su inteligencia emocional lo traicionó el día en que Benatia se lesionó, y él se volvió para aplaudir a Matthias Sammer, el director deportivo, con el que no tiene una buena relación.

La renuncia del cuerpo médico en pleno, encabezado por el mítico Hans-Wilhelm Müller-Wohlfahrt, es un pulso que, si el escritor Robert Greene está en lo cierto, en Las 48 leyes del poder, Guardiola está destinado a perder.

Por más conocimiento, por más títulos, por más aura de técnico ganador, ese gesto de descalificación que recogió con solvencia una cámara, delata el gran error del estratega catalán.

El mal manejo de la inteligencia emocional, que tantos estragos ha producido en la humanidad y en las vidas de cada uno de nosotros, es clave para el éxito en las relaciones, independientemente del rol que en ese momento desempeñemos, y parece que el gran Guardiola se vio superado en estos últimos días.

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo.
Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”, decía Aristóteles, citado por Daniel Goleman.

¿Se enfadó Guardiola con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto? Parece que no.

La moraleja de esta historia es que el éxito, tan merecido en el caso de Guardiola, no nos vuelve inmunes a fallos en nuestra inteligencia emocional y, más importante aún, en cualquier somos víctimas de ella y los costos por nuestras reacciones pueden ser desastrosos.

Por eso el fútbol es tan mágico y tan extraordinario: porque se parece demasiado a la vida, y Guardiola lo sabe.

 

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JoséEdo-machote1

 

 

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