(MARTES 16 DE AGOSTO, 2022-EL JORNAL). Tengo la intuición de que Puntarenas no se sostendrá, como hasta el día de hoy, en la cima del grupo B, pero entrar a discutirle el estilo me parece un solemne error.
Ayer el técnico de Pérez Zeledón, Luis Marín, dio a entender que lo que hacía el Puerto era tirar balones largos en busca de sus jugadores más en punta y que ahí se acababa su argumentación futbolística.
No solo no es cierto, porque el equipo de Alexander Vargas juega bien, sino que cuando de un entrenador viene una aseveración así, me deja en el limbo. Para ganar a los porteños hay que jugar bien, y anoche no lo hizo Pérez Zeledón, un equipo que cometió dos errores en defensa atribuibles a jugadores aficionados. Y si tienen duda, por favor, observen el video.
La otra historia, sin embargo, es la que más me interesa y es que aún es temprano para dar por sentado que Puntarenas ya está en la segunda fase.
Faltan 30 puntos en disputa y ese es mucho camino, aunque esto no signifique restarle ni un ápice de mérito a su rendimiento actual.
A mi entender, hay que ver el comportamiento de los dirigidos por Vargas cuando las luces se empiecen a apagar, porque siempre en el sendero hay desafíos y para cruzar la montaña y convertirse en héroe, se han de superar muchos retos y obstáculos.
Pero en medio de todo, lo insólito es cuestionar el estilo del adversario y esto no va solo por Marín, en el fútbol nacional cuando los planes no salen, se recurre a esa estratagema: culpar al rival por la forma en que juega.
Ni estilo indebido ni contundencia absoluta: a los porteños hay que dejarlos que disfruten y ver cómo acaba la película. El cortoplacismo no es buen consejero.
