(JUEVES 25 DE FEBRERO, 2021-EL JORNAL). El fútbol es la espontaneidad pura. Cuando el balón empieza a correr se activa un universo en sí mismo. El rectángulo se vuelve mágico. Entra a jugar la intuición y el azar al mismo tiempo. Y esa mezcla nadie ha podido medirla, pesarla o incluso registrarla con la precisión con que la ciencia mide sus fenómenos.
Por lo tanto, la grandeza del fútbol es que conserva ese ‘salvajismo’ de sus inicios. Un juego siempre está lleno de imprevistos y de sorpresas. Por ese camino, el fútbol se convirtió en el deporte más popular del mundo y en la pasión de multitudes.
Y para quien tenga duda, Zinedine Zidane ha confirmado esa realidad del fútbol una vez. Tras el excelente gol de Ferland Mendy contra el Atalanta, por la Champions, en el minuto 87, el técnico francés confesó: “La jugada de Mendy era ensayada, pero el que tenía que tirar no era él”.
Aquí está la clave de todo: una cosa es la pizarra, donde todo es perfecto y otra la realidad de la cancha, donde los jugadores tienen que tomar decisiones en milésimas de segundo.
Por eso, cuando me topo con sabiondos de que todo está planificado. De que todo es táctica y estrategia, me reparo a pensar qué tendrán esos tipos en la cabeza: ¿200 palabras de vocabulario para definir al mundo?
En el fútbol caben la poesía, el ensayo, la escultura, la imaginación desbordada, y la más pura y singulara cobertura que hace un central para evitar al filo del reglamento el avance de un adversario en el corazón del área.
Sí, el fútbol es un universo en sí mismo y en todo universo también hay caos. Y quien siga teniendo dudas que escuche la naturalidad con que Zidane confesó lo sucedido a los periodistas: “La jugada de Mendy era ensayada, pero el que tenía que tirar no era él”. El ‘error’ de Mendy dignifica, engrandece y embellece al fútbol.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.