(SAN JOSÉ, COSTA RICA 26 DE DICIEMBRE, 2014-EL JORNAL).
La lección de ambas naciones debe aprovecharse y aplicarse a ámbitos tan pequeños como las familias y los pueblos
Medio siglo después de que Estados Unidos condenara al pueblo cubano a un embargo inhumano, ambas naciones abrieron canales de comunicación que permitirá la apertura de embajadas y el restablecimiento de las relaciones rotas en el contexto de la Guerra Fría.
El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos merece un análisis más allá del impacto económico y político y es la capacidad para derribar muros que tiene el diálogo.
Esta palabra, privilegiada en tiempos de los griegos, ha pasado por numerosos desgastes en el curso de los últimos siglos, pero será clave en la construcción de un mundo mejor.
Y no solo tiene relevancia en el ámbito internacional, sino que en cada pueblo, en cada familia, puede jugar un rol protagónico extraordinario. Sucede, sin embargo, que para que haya diálogo antes tiene que haber comunicación y este es uno de los rasgos más contradictorios de las sociedades occidentales.
Pese a la masiva difusión de celulares, de redes sociales y de tecnología que acerca, en teoría a los humanos, hoy más que nunca existen barreras infranqueables porque cada cual anda sumergido en su propio mundo.
La apertura de relaciones entre Cuba le debe mucho a la voluntad del Presidente Barack Obama, a la Cuba que ha tenido que hacer concesiones, a sabiendas de que no puede quedarse anclada en el pasado de la Guerra Fría, y a un actor invitado de primera categoría: el Papa Francisco.
La lección que estos tres líderes han dado, tiene que estudiarse en el próximo curso lectivo, porque hay tantas enseñanzas, que sería una lástima que pasen desapercibidas.
Para conflictos como el de Israel y Palestina, así como en otros frentes, este diálogo entre Cuba y Estados Unidos debe de servir de inspiración para que el hombre cada vez vuelva a su destino final: encontrarse consigo mismo en su endeble humanidad.
