(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 14 DE SEPTIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Cuando se pierde porque se ha jugado mal, hay entrenadores que sacan a pasear a todo su circo: las jirafas, los elefantes, los hipopótamos, las gaviotas e incluso los orangutanes, importados desde la lejana África, con tal de justificar una tarde oscura en la que la pizarra estuvo muy lejos de lo que se interpretó en la cancha.
A Jafet Soto le convendría, al menos, leerse el título de uno de los libros de Friedrich Nietzsche: Humano, demasiado humano. Para que de esa forma tenga una idea de lo que es el árbitraje. Ante Guadalupe, Herediano ganó gracias a un fallo arbitral que avaló un fuera de juego de Frank Zamora que no existió en el minuto 93.
Así que las justificaciones esgrimidas por Jafet Soto tras la derrota ante Pérez Zeledón son un mal augurio para los florenses si siguen por ese camino.
Los árbitos, de quienes no se duda, se equivocan por mil razones, algunas veces por incapacidad para tener una dimensión exacta de la jugada, en otras por prepotencia, en otras por la mala ubicación, etc., pero nunca porque quieran afectar a un determinado equipo.
Creo en la ética de los hombres de negro. Creo en su integridad humana y su compromiso para con su función, que es aplicar el reglamento para que sea la calidad y el talento los que terminen por imponerse.
Por lo anterio, Jafet Soto debería ser consecuente y entender que hoy le favorecerán y que mañana le afectarán. No obstante, tras ser preguntado sobre el arbitraje en Guadalupe dijo que le había parecido bien.
¿Con qué ojos veo el mundo, señor Soto, con los que me conviene o con los de realidad pura y dura? Un arbitraje tiene que ser en exceso desastroso para condicionar en un 100 por ciento un marcador. Claro que ha ocurrido, pero no es la norma. Lo usual, eso sí, es que los jueces se equivoquen y que de manera parcial produzcan una alteración en el desarrollo del partido, lo cual se puede remontar si el equipo perjudicado juega bien y recurre a las variantes necesarias para desarmar a su adversario.
No fue el caso del Herediano, que no supo descifrar el cerrojo que le planteó Pérez Zeledón, como bien lo aceptó el propio Jafet Soto.
El discurso de señalar a los árbitros cuando se pierde, o a la prensa, está más que trillado y empobrece a quien lo emplea. Le pasó a Andrés Carevic cuando dijo que las críticas afectaban a su familia. ¿Ahora la Liga gana porque ya no le critican y esto no afecta a su familia, señor Carevic?
Por el amor de Dios, pero será que Carevic o Jafet Soto piensan que el fútbol es un parque temático de Disneylandia.
Esconder los errores propios en el árbitraje es una muestra de poca o nula autocrítica. Hay que ir de frente y reconocer los yerros: esa es la mejor manera de enderazar la barca.
Lo otro es farándula, pan y circo, y el fútbol ha de vivir de la fantasía y la creatividad, dos pilares cada vez más olvidados en nombre de una fauna multicolor de justificaciones.
*El autor es periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.