(SAN JOSÉ, 8 DE ENERO, 2014). Obtener “abundancia” en lugar de “prosperidad” resulta hoy por hoy el gran dilema en la civilización actual. Ojalá 2014 no nos mantenga en la misma confusión de estos últimos años.
¿Quién niega que Estados Unidos es uno de los países más ” prósperos” del orbe, gracias a lo cual gasta el equivalente de 40% de toda la producción mundial en sus fuerzas armadas.
Sin embargo, viene una tempestad de nieve y 13 personas que añoraron en algún momento vivir la “prosperidad” de Bill Gates o los Rockefeller murieron de hambre y frio.
Y no creo que no debamos soñar con cuentas corrientes en el banco, carros de colección o palacios en la playa. ¡No¡. El problema es cuando esta supuesta “prosperidad” nos vuelve esclavos y verdugos de nuestros propios sueños.
Entonces los detalles en las cosas ya no existen, el murmullo del río es ruinoso porque no reporta ganancias en la generación eléctrica y si la bolsa de Nueva York va en picada esa noche la “prosperidad” no nos deja pegar los ojos.
En nombre de la “prosperidad” obligamos a los otros a que cambien y nos sirvan a cómo haya lugar, de lo contrario lo amenazamos con la fuerza bruta o el fuego de los infiernos. La “prosperidad” no enseña que en ocasiones la venganza es la mejor justicia.
La “abundancia” nos enseña que si ando con la venganza a la espalda pronto me jorobaré; no obliga a nadie a que nos sirva; extiende la mano para dar y no recibir necesariamente. El abundante no gobierna para sus amigos, porque es sabio, lo que quiere decir entusiasta, imprime convicción a lo que hace para que todos disfrutemos; es prudente y es justo.
La “abundancia” elimina el estrés, estimula los músculos de la cara y hace libre como pájaros a la personas. A estos que viven esta singular “prosperidad” del siglo XXI pregúntele si ya se curaron de la hipertesión. Y recuerde: Nadie da de lo que carece
Periodista, aboga y notario UCR
