(MARTES 26 DE MARZO-2024-EL JORNAL). Una selección de fútbol debe aspirar a la excelencia dentro y fuera del terreno de juego. En esa medida, el beso a la bandera de Costa Rica Rica, una vez concluido el partido contra Honduras, por parte de Gustavo Alfaro y el gesto de Jefferson Brenes de silenciar a la afición catracha sobraron en toda regla.
Ambos gestos eran innecesarios. El primero porque por más dinero que te paguen por una función, en este caso la de entrenador, nadie ama un país después de cuatro semanas, como le pasa a Alfaro.
Es un gesto demagógico y torpe, porque muchas veces el respeto se evidencia sin necesidad de hacer nada. Con que hubiera saludado a los aficionados era suficiente.
La bandera de un país es sagrada, por lo tanto, se ha de respetar en toda su dimensión y aquí Alfaro se equivocó de principio a fin, quizá por la euforia de la victoria, pero sería inaceptable que se repita.
Y en el caso de Brenes, acercarse a ese sector del campo para callar a los catrachos fue un acto de mal gusto y deja ver lo pequeño que todavía es como jugador. Cuanto tenga cien partidos internacionales, dos mundiales y sea una referencia en el centro del campo, a lo mejor en un ataque de grandeza, se puede dar ese lujo innecesario de irse contra la afición del oponente.
Ese gesto lo haga quien lo haga, desde Memphis Depay a Vinicius Jr. se ve mal y no aporta nada. Es en la victoria cuando se ha de ser grande, mucho más que en la derrota.
Ni besos a la bandera ni silenciar a la afición contraria: ambos gestos sobran y ‘afean’ el proceder de quienes los hacen. La excelencia se ha demostrar dentro y fuera de la cancha.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL