(LUNES 27 DE MAYO, 2024, EL JORNAL). Hay que tener altura en la derrota, pero más en la victoria. Jorge Valdano solía decir que había descubierto que la cima era la nada. Que esperaba tanto de ella y que, de pronto, era la nada. Con ello solo quería confirmar que el triunfo es efímero, como la vida misma. Por lo tanto, cuando se gana hay que ser respetuoso con el adversario, porque a la vuelta de la esquina no se sabe qué deparará el destino.
La camiseta en la que de forma torpe y sin sentido del humor Ariel Rodríguez alude a los diez años en los que la Liga solo ha ganado un título y en la que recuerda los 20 minutos de reposición en el Morera Soto, no es digna de un jugador de Saprissa, equipo que bajo la batuta de don Ricardo se convirtió en un emblema y en una leyenda del fútbol nacional.
Este tipo de comportamientos lo que hacen es retratar de cuerpo entero a quien los practica y permiten deducir que el señor Rodríguez ha aprendido poco de su paso por el equipo morado.
En medio de la fiesta que significa un tetracampeonato y después de la forma contundente en que lo consiguió el Saprissa, este gesto sobra desde cualquier punto de vista y solo alguien con una mentalidad muy infantil podía realizarlo.
Un aficionado de la gradería de sol sí puede comportarse de esa manera, pero un futbolista profesional no. Esto lo único que deja entrever es que seguimos siendo una pequeña aldea perdidos en la inmensidad del mundo.
No respetar a sus colegas de la Liga, ni a su junta directiva, ni a su afición dejan ver que Rodríguez aprendió poco o nada en su paso por el balompié de Tailandia y Vietnam, que si bien no significan nada desde el punto de vista futbolístico en el ámbito internacional, son dos países en los que el respeto y la tradición tiene un invaluable peso en su constitución como naciones.
El proceder de Rodríguez evidencia el nulo respeto que el delantero tiene con sus rivales: una pena, no por la Liga, que hasta donde sé se comportó a la altura en su caída estrepitosa, sino porque al que retrata de pies a cabeza es al propio delantero morado. Un autogol en toda regla, torpe, sin sentido y sin elegancia.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL