(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 15 DE OCTUBRE, 2018-EL JORNAL). El asesinato del hoy Santo Óscar Arnulfo Romero, en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en San Salvador, conmovió al mundo aquel 24 de marzo de 1980.
El Papa Francisco, 38 años después, lo declaró santo el 14 de octubre pasado junto con otros renombradas figuras, entre ellas Pablo VI, quien a su vez en su momento lo había nombrado arzobispo de San Salvador.
Se vivían tiempos convulsos en El Salvador, en el que una guerrilla de la izquierda se enfrentaba al poder de la derecha, que gobernaba mediante una dictadura y ya había instalado los escuadrones de la muerte.
Monseñor Romero, desde su condición de arzobispo de San Salvador desde 1977, había optado por la opción de defender a los pobres y así lo fue haciendo en sus homilías y apariciones públicas. Se ganó, por ende, la enemistad de los militares, y como se supo después fue Roberto d’Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte, el que lo mandó a matar, según determinó la Comisión de la Verdad, en 1993.
Romero optó por la opción preferencial por los pobres, pero nunca, según su secretario personal, Monseñor Juan Delgado, se interesó en la Teología de la Liberación, que en su momento fuera desautorizada por Juan Pablo II.
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