(JUEVES 02 DE DICEIMBRE, 2021-EL JORNAL). En medio del VAR y del VAR a la tica, la FIFA deberá modificar pronto su reglamento y todo aquel jugador que finja una falta, como si en ella se le fuera la vida, deberá ser de inmediato expulsado.
Los ejemplos más patéticos se acaban de dar. En la final de la Copa Libertadores disputada el pasado sábado 27 de noviembre, y el partido de anoche entre Saprissa y Herediano.
La imagen de Deyverson caído luego de que el propio árbitro Nestor Pitana le diera un gopecito por la espalda para que continuara es ridículo y una ofensa absoluta a la inteligencia.
En casos como esos, el reglamento debe indicar que el jugador se va expulsado. Luego de varios teatros y expulsiones estoy seguro de que esa mala praxis se erradicará para siempre.
En el caso de Deyverson es doble ridículo, porque, ¿qué pretendía?: que Pitana se autoexpulsara.
Y lo de Guzmán, caído como si su vida estuviera verdaderamente en riesgo, con una expulsión de por medio que luego se corrigió, es bochornoso.
Los jugadores de fútbol tienen que entender que existe una ética de la vida y del propio juego. Y que si esa ética se atropella todo lo demás pierde interés y sentido.
Fingir una falta como lo hizo Guzmán es irrespetar el espectáculo, irrespetar a su colega, e irrespetar a su familia que preocupada veía las imágenes suyas en el piso sin saber si debía de inmediato ser trasladado a un centro médico para su mejor atención.
Jugar así con la confianza de los suyos y de su profesión deja muy mal parado a Guzmán, quien debería de llevar un cursito de almenos unas horas, de esos muy buenos que da Domestika por $12, para que en él le expliquen qué es la ética, qué es la moral, y pueda honrar el vestir la sagrada camiseta del Saprissa.
El fútbol es el arte del engaño. No obstante, no se puede confundir engaño con mentira. Hacerlo tiene implicaciones éticas y cognoscitivas enormes, y un jugador que no sepa distinguirlas, pues que se dedique al teatro, a las carpas, al circo, pero no al fútbol.