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Cuando el periodismo calla y miente

Rafael Ugalde*

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 13 DE ABRIL, 2018-EL JORNAL). ¿Cuáles son las prohibiciones del periodismo? Son, contrario sensu, las libertades de que gozan  los políticos, los novelistas y cuánto espécimen exista y defienda su “verdad” absoluta y no la histórica.

Desentrañar los vericuetos de ellos es  el mayor reto del periodista, porque unas veces él educa, otras está obligado a crear pensamiento propio, aunque últimamente- lo digo con dolor- al periodismo le han encargado mentir.

La humanidad, decía un día de estos el expresidente de Uruguay, José Mujica, no ha sido tan desigual cómo ahora, pero nos hacen creer  que jamás hemos sido tan iguales  como en la actualidad.

En el mundo se gastan millones de dólares mensuales en Organizaciones No Gubernamentales (ONG,s) que nos venden como  derecho humano  que los homosexuales tengan su familia, que nuestras sociedades “protejan” efectivamente a las mujeres, al niño, etc etc.

¿Quién podría oponerse a ello en virtud de los Derechos Humanos? ¡Nadie¡. La situación da su voltereta, cuando el periodista  pregunta si todos estos grupos protegidos por estos derechos humanos tienen  salario digno, techo para guarecerse, seguridad social, etc.

Si en el siglo XXI, con toda la tecnología y la ciencia absorbida por el capitalismo transnacional, no  ponemos cuidado a esta tendencia politizada de  derechos humanos, las “acuarelas de don Thomas”, nos engañarán.

Thomas Jefferson, considerado el principal autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 y visionario  indiscutible de Estados Unidos de América como el gran «imperio de la libertad»,  no incluía en su “imperio de la libertad” a sus pobres 600 esclavos, reducidos a simple “cosa”. A esto llamo “acuarelas de don Thomas”, dado lo bonito que suenan estos “derechos humanos” y  “la libertad”.

Recientemente los intelectuales Jaime Ordoñez y Sergio Ramírez  nos dieron un ejemplo de cómo en América Latina   somos cada vez más iguales, con las excepciones de Venezuela y Nicaragua, cundidos esos países  de un caudillismo que, de creerles todo a ambos, uno termina asfixiado por falta de “libertad”.

Ni una sola palabra sobre el despojo sufrido por Latinoamérica desde hace 500 años ni las “cuiteadas” que el águila imperial lanzó en el pasado sobre México, Guatemala, Nicaragua, Granada, Panamá, Chile, Brasil etc., cuyas  satrapías defienden el poder del dólar.

Como si fueran viejos conocidos, con exactas coincidencias, el presidente electo, Carlos Alvarado deja entrever al  diario La Nación una Costa Rica “igualitaria”, engarzada con importantes obras de infraestructura, alto a la corrupción y las mejoras para hacer crecer la producción nacional. ¿Quién se va a oponer a eso?. ¡Nadie¡.

Ni una sola repregunta a Alvarado sobre cómo alcanzar salario digno, seguridad social efectiva, ,democracia participativa y protagónica, en lugar de un desgastado sistema representativo, culpable directo de lo que  llaman  “crisis de gobernabilidad” .

No hay tal crisis sino grupos dispuestos a mentir, crear su propia novela, a derribar todo si amenazan su mundo tradicional y sus ganancias. Descubrir  estos paradigmas con solo el arma de la pregunta y la repregunta profunda es el reto del periodista.

¿Lo estamos haciendo? Desde luego que no. Hoy el periodista, en el mejor de los casos, pone el micrófono para que el funcionario hable a sus anchas. La situación es tan grave, que en España ya instauraron las conferencias de prensa sin preguntas. Se puede caer más bajo. Lo que pasa en la “madre patria”, no obstante, no es tan distante de lo que ocurre aquí.

¿Y dónde está el Colegio de Periodistas? ¿Existe el Colegio de Periodistas todavía? El periodista debe ser un actor que va más allá de extender el micrófono y apuntar como un poseso lo que dice el funcionario de turno.

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