ENTRE PARÉNTESIS
(SAN JOSÉ, 21 DE MARZO, 2014). A pocos días de la Semana Santa, Costa Rica lleva ya horas y horas de disfrutar una crucifixión anticipada: la de Juan Diego Quesada, técnico de la selección Sub-17, que fue eliminada en la primera fase del Campeonato Mundial Juvenil que se disputa en el país.
Aficionados, algún sector de la dirigencia y casi la prensa en pleno, se han abalanzado contra el entrenador para tildarlo de fracasado, de incompetente y de incapaz por la eliminación temprana del equipo.
Y para atizar la hoguera, Quesada le dijo a La Nación que la mayoría de los aficionados no entienden de fútbol y que proceden con fanatismo. El asunto no hubiese ido muy lejos si acto seguido no hubiera agregado que igual le sucede a la dirigencia de la Federación Costarricense de Fútbol.
Encendido el debate, aparecieron los sempiternos profetas del fútbol, en especial aquellos que hablan en programas deportivos que alguna vez Valdeir Badú Viera llamó «programas de cantina”.
En medio de esa crucifixión anticipada, la voz de algunos periodistas que piden análisis y mesura, como el caso de Everardo Herrera, o la inesperada– por extraña en nuestro medio–, defensa que hace Marvin Solano de su colega en su columna de hoy, son oasis en un desierto que pide la cabeza del entrenador.
En el país, y en el fútbol en el particular, somos dados a la ficción y a crear sueños vacíos e infundados. A algún sector le interesa crear esas irrealidades y ya casi todos sabemos cuál es, pero lo que realmente interesa es advertir de que, siempre en ese tono de insensatez, algunos ya apuestan a que Costa Rica tiene que ganarle a Italia, Inglaterra y Uruguay, porque, de lo contrario, estaríamos de nuevo ante un estrepitoso fracaso.
Se dan cuenta: hay mucha ligereza y poco, por no decir inexistente, análisis, lo que hace que revoloteen voces hepáticas e insensatas, y que sobrevengan crucifixiones como la de Juan Diego Quesada, quien, en medio de la tormenta, ha conservado sus buenas maneras y el sentido y la altura de lo que es un educador.
*El autor es periodista y Máster en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica.