PALESTRA
(28 de febrero, 2012). Cómo soñé contigo, “Yolanda”, desde aquel día que te conocí en el malecón habanero. Estaba soleado y corría la brisa rauda con olor a salitre, tabaco y aceite quemado de barco. Sabía que te oiría, que volverías por algún lugar del mundo. Y retornaste más sensual que nunca un veraniego domingo por La Sabana.
“Tata” Pablo desde mil novecientos setenta es el mismo: “colochudo” de grandes lentes y enorme mulato con un niño dentro que hace llorar de acordes y esperanza la guitarra con ese lenguaje universal del que todos algo decimos.
Fue un sueño inolvidable para quienes no cabemos en el Teatro Nacional; esa joya maravillosa de la bella arquitectura francesa con que nos heredaron los cafetaleros de antaño. ¡Gracias filantrópicos productores por dejarme a diario boquiabierto!Algún día cabremos todos en un concierto gratuito.
El lava carro cantando con euforia al ritmo del pentagrama, la “doméstica” aplaudiendo hasta el frenesí y el niño de la calle pidiendo autógrafos a su Dios.
Y como aún no cobran por soñar, sigo soñando. Vendrá pronto Luis Miguel, “el sol de México”, el hijo de aquel español llamado Luisito Rey que tantas copas de vino se rió con nosotros Tal vez “Luismi” nos cantará “La media vuelta”, o a lo mejor le daremos nosotros “la media vuelta”. Dependerá de sí hay concierto gratis en La Sabana.
O vendrá, a lo mejor, Paloma San Basileo, o Gilberto Santarrosa, ese bárbaro de la salsa. ¿Y porqué no soñar con Juan Luis Guerra y su 4:40, sí no pago canon por ello? ¡Ay Juan Luis! ¿Cómo rescataste de la alcantarilla la “bachata” que, según los entendidos en cultura, nada aportaba ella.
Vos quizá no recordás, papá de Yolanda, lo que me dijiste alguna vez cuando la cosa estaba “fututa” en tu país y los promotores te ofrecieron la gran opción de la emigración, con derecho a cámaras incluido cuando llegara en avión de primera: “me debo al pueblo”.
O como lo planteaste en tu verso: “Si me faltaras, no voy a morirme; si he de morir, quiero que sea contigo. Mi soledad se siente acompañada, por eso a veces sé que necesito tu mano, tu mano, eternamente, tu mano…”.
Soñaré como aquella tarde dominguera en el Parque Metropolitano. Con la vendedora de periódicos de la rotonda cantando trova, quien pinta techos en el barrio “haciéndole” bonito a “Mírame bien” y a los que creen en un mundo mejor extasiados por el futuro.
Y soñaré hasta el último suspiro de mi vida con recitales gratuitos para quienes algunos creen carecemos de “oído musical” o “bajo intelecto cultural”. Máxime ahora que acabarán las devoluciones de dinero por conciertos de famosos que son y no fueron. Por que en serio digo que, “sí alguna vez me siento derrotado, renuncio a ver el sol cada mañana”.
Periodista, abogado y notario UCR