(LUNES 21 DE FEBRERO, 2022-EL JORNAL). Las fuertes palabras de Jeaustin Campos en la conferencia de prensa tras el partido ante el Cartaginés dejan ver las muchas grietas que hay en el Herediano.
Más allá de la contundencia con que habló el entrenador rojiamarillo, lo cual ya de por sí es inusual en nuestro medio, se nota a leguas que en el campeón nacional hay división, que unos van por este camino y otros por la senda opuesta.
Y nada peor que un camerino dividido, porque es una bomba de tiempo. Por tal motivo, Campos se apresuró a advertir de que si era necesario vendrían separaciones y no tuvo reparos para tirar de ironías al aludir a “seleccionitis”, “chamaquitis” y “campeonitis” la forma en que se comportan algunos de sus jugadores.
Si esas expresiones las hubiese empleado un aficionado no pasaría nada. Sería solo una percpeción más de lo que sucede en el actual campeón, pero que esas palabras vengan del técnico, encienden todas las alarmas.
Habrá, sin duda, una erupción volcánica en las próximas horas en Heredia, porque no es normal que un equipo con tantos recursos futbolísticos, que viene de acariciar su campeonato número 29, tenga hoy un rendimiento tan pobre en cuanto a resultados.
Cierto que el equipo no es un desastre en la cancha, pero está llamado a dar mucho más. En este contexto, llama la atención cómo el técnico, en su Master class de la conferencia de prensa, ahora que este anglicismo se puso de moda en nuestro medio, gracias al intento fallido del resucitado Iñaki Alonso, deslizó la responsabilida hacia los jugadores.
Campos dio a entender que su deber era darles herramientas para que defendieran bien, para que crearan opciones de gol, para que supieran cuándo y dónde recuperar la pelota, pero que él no puede tomar las últimas decisiones, las que les competen solo a los futbolistas.
La interrogante que se abre, es si la dirigencia apoyará a Campos en este pulso abierto y en esta guerra de baja intensidad que se libra en el camerino florense: de la respuesta dependerá el futuro del entrenador en ese banquillo en llamas que hoy es el Herediano.
