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Cervantes y Guardiola

 

ENTRE PARÉNTESIS

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José Eduardo Mora*

 

(SAN JOSÉ, 30  DE ABRIL, 2014-EL JORNAL). En estos días España huele a elegía. Elegía por Tito Vilanova que se fue prematuramente. Elegía por los restos de Miguel de Cervantes Saavedra que se buscan 400 años después de su fallecimiento.

Y esos alisios de elegía llegaron hasta Múnich, donde el Real Madrid le propinó una humillante derrota al Bayern de Pep Guardiola.

Cervantes y Guardiola son dos quijotes a su estilo. El primero, para asombro de príncipes y nobles, vivía en la miseria, con lo cual empezaba a engendrar ese adjetivo que traspasaría fronteras y que quedaría en los anales de la historia como una quijotada.

Guardiola, mientras tanto, en un mundo que clama, que privilegia, que ensalza y que vanagloria el resultado, se atreve a que sus equipos reivindiquen la estética y el arte. Guardiola es, en el fútbol, lo que Cervantes fue en las letras: un revolucionario.

Cervantes y Guardiola, cada uno a su estilo, llenan su biografía de gigantes, dulcineas y molinos de viento, porque ambos, se percibe, quieren tocar las más hondas fibras del ser humano.

Uno lo hacía con palabras y el otro con un balón rodando por el campo como metáfora imperecedera de esa búsqueda de un algo que conecta con el ser.

Ardió Múnich y en el ambiente quedó un olor a elegía. Para Guardiola eran demasiadas emociones juntas: el adiós a su entrañable Tito Vilanova y el adiós a la Champions.

En esta semifinal quedó demostrado, una vez más, por qué el fútbol despierta tantas pasiones: siempre, siempre, siempre, es eco de ese azar que permea todas las raíces de la vida. Nadie esperaba un 4 a 0.

España busca a Cervantes porque es patrimonio de la humanidad. Y el fútbol, en esta hora baja, ha de proteger a Guardiola, porque él representa el lado sublime de un deporte amenazado por mourihnos, capaces de minar los campos con fósiles para obtener, a cualquier precio, el resultado.

Cervantes y Guardiola: dos Quijotes unidos en el tiempo por ese hilo invisible de la estética y de la luz.

*El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura

 

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