(MARTES 31 DE ENERO 2023-EL JORNAL). Es el partido de partidos. No importa que un equipo llegue muy bien y el otro muy mal. Es el eterno enfrentamiento que marca siempre la temporada. Pese a ello, el entrenador Andrés Carevic le quitó las medallas, al sostener que esta vez no será determinante para el devenir del torneo, como si fuera un juego más.
Hasta en Play Station todos quieren ganar un clásico, así que bajarle el piso para disminuir tensiones no fue una buena salida del técnico alajuelense. Ya en otros tiempos lo intentó Valdeir Badú Viera, sin éxito, porque contra el archirrival siempre se quiere ganar. Es lo que le da grandeza al fútbol. Ese halo competitivo innegociable.
Si bien es cierto que el clásico llegó muy temprano, un mal resultado ya sea de Saprissa o de la Liga estremecerá sus bases, sin cotejar que al final de las 22 fechas tenga peso en los números, porque hay un aspecto de orgullo, de identidad, lo cual impide poner al clásico como si fuera un partido más.
Entiendo el intento del entrenador manudo, pero me parece desafortunado y aunque pretende distraer a la afición rival, esas declaraciones pueden convertirse en un bumerang contra su propio club.
Debería ser al contrario: que los técnicos aseguren que se dejarán la vida, porque el clásico sirve para marcar la cancha, mandar mensajes extras y porque vencer a tu mayor oponente siempre es una satisfacción incomparable.
No, señor Carevic, el clásico, nunca, jamás, será un partido más.
