(MARTES 06 DE AGOSTO, 2024- EL JORNAL). Costa Rica tiene un grave problema con su fútbol. Al apostar por un campeonato relámpago, muy parecido a aquellos que se jugaban en canchas abiertas y que se resolvía en una mañana, tiene a todo el sistema colapsado.
El despido de Luis Fernando Fallas, de Pérez Zeledón, apenas en la fecha 4, es un síntoma de un mal mayor. No se puede supeditar la planificación de un club a un torneo de 22 fechas. Es una locura y, sin embargo, es lo que se hace en el fútbol costarricense.
Esas urgencias atentan contra todo, y por eso se recurre a fórmulas surrealistas como la regla Sub-21, que a esta hora le han hecho tantos ajustes, que esto va por porcentajes. Algo nunca visto en ningún otro fútbol, por improcedente e insensato.
La pregunta, entonces, que subyace detrás de todo este embrollo es quiénes están detrás de estas decisiones, por qué se va contracorriente.
A la vista están los resultados, con unas selecciones menores por el piso y una mayor que consideramos que juega bien, aunque no haya hecho un remate al arco, como sucedió frente a Brasil en la Copa América.
Mientras aquí seguimos de espaldas a la realidad, en países como Nicaragua y Guatemala empiezan a dar mejores pasos, fruto de mejores decisiones, no tanto pensando en el presente, sino en el futuro.
La elección de Osael Maroto en la Federación de Fútbol ha significado poco, porque llegó amarrado por los acuerdos previos que tuvo que realizar para sentarse en la silla presidencial.
Es decir, mientras todo siga igual, hay un sector de la dirigencia a la que le importa poco quién esté al frente, siempre y cuando pueda hacer lo mínimo.
Esta es la triste realidad de nuestro fútbol, en el que la miopía brilla en todo su esplendor.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL
