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Brasil y los románticos

 

ENTRE PARÉNTESIS

New-José Edo
José Eduardo Mora*

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, MIÉRCOLES 08 DE JULIO, EL JORNAL). Los románticos estamos condenados desde el principio de los siglos a sufrir en el amor y en el fútbol, y ya uno no sabe en cuál de los campos se sufre más si en este o en aquel, o si en ambos se va siempre raudo hacia el dolor y el fracaso.

Ayer fue para nosotros los brasileños el día más triste porque sobrevino la derrota total, esa que no requiere adjetivos, aunque, en el fondo, sean, justamente estos, los que poco a poco irán explicándola y fijándola para la historia.

José Sámano, el gran periodista de El País, y cronista de los pocos que en el fútbol quedan, tituló: “El maracanazo fue una broma”. Y con ese titular se va uno al fondo del abismo para repasar una y otra vez en esta triste memoria el descalabro de un equipo del que todos sospechábamos, pero teníamos la secreta aspiración de que el espíritu Neymar, ese jugador pop, mezcla de talento y actor de reparto, nos salvara de la encrucijada en las semifinales.

Y ante su ausencia ocurrió el tsunami que primero arrastró al único jugador invisible en la historia de todos los Mundial: un hombre llamado Fred, que dicen que es centro delantero, pero que es incapaz siquiera de hacer un regate en el jardín de su casa. Y si extendemos un poquito la mirada, la semiótica tropezará con un tal Hulk, cuyo nombre ya dice mucho, pero más se parece a un robot que a un futbolista y pasamos, entonces, de los Ronaldhino, los Gerson, los Pelé, los Carlos Alberto, Los Tostao, los Rivaldo, Los Bebeto, Los Romario, Los Garrincha, sí, pasamos a Hulk, y entonces nuestro corazón romántico y descorazonado empieza a entender un poquito, claro, que ya no están aquellos magos del balón; no, ya no, eso es romanticismo sin remedio, porque ahora tenemos a Hulk y a Felipao. A Hulk y a Fred. Martirio puro. Negación pura. Dios, han destruido el fútbol en Brasil.

Que el Creador tenga en el reino de los cielos a Telé Santana, que si hubiese visto este equipo de Felipao, regresaría indignado a repartir cátedra. Brasil fracasó en el 82 y en el 86, pero qué fútbol, qué arte, qué maravilla de jugadores: Sócrates, Zico, Eder. Brasil era inspiración y recogía el espíritu de los que amábamos ese romanticismo sin cuartel y remedio, y se mofaba del resultado. Brasil tenía en la cancha a malabaristas y hoy tiene ejecutivos de secunda y tercera categoría.

Y con ejecutivos de segunda y tercera categoría no se va a ninguna parte, excepto al precipicio del ridículo y al infierno de la decadencia y la sinrazón.

Y ya sabemos que está escrito que, en este mundo de autómatas, los románticos somos legión en retirada y eternos perdedores en el amor y en el fútbol, porque en este Valle de Lágrimas, después de un 7 a 1 en semifinales, se nos ha prohibido soñar, hasta que aparezca un niño pródigo, que, en medio del turbación por el paso del huracán alemán, le haya prometido a su padre, como lo hiciera Pelé en 1950, que él algún día ganaría la Copa del Mundo para gloria y memoria de los siglos venideros. Amén.

 *El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura.

 

 

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