(VIERNES 11 DE MARZO, 2022-EL JORNAL). Cuando todavía los aficionados al fútbol, madridistas y no madridistas, siguen con la adrenalina al tope por el juego majestuoso que se dio en el Bernabéu, es necesario bajar a tierra y asistir a la cruda realidad del fútbol costarricense, donde las ocurrencias y la improvisación son florecillas cotidianas de nuestra eterna primavera.
Se acaba de anunciar la salidad de Mauricio Montero como entrenador de Jicaral, que sigue en la tabla general a seis puntos de Guanacasteca.
Si se mira con lupa lo hecho por Montero, su paso por el conjunto peninsular no se asocia con resultados del todo negativos. En la actualidad, Jicaral ocupa el puesto diez, por encima de Herediano y de Santos y a tan solo dos puntos de Saprissa. El problema del equipo es que llegó a este torneo con el puñal en la yugular, y ahora apelará a un milagro con la llegada del nuevo técnico.
El amerizaje de Chelsey “Sully” Sullenberger el 15 de enero de 2009 en el río Hudson, en Nueva York, con un Airbus A 320 con 155 pasajeros a bordo, incluida la tripulación, parece poca cosa ante el desafío que tiene el nuevo entrenador, porque la planilla más limitada de la Primera División hoy es la de Jicaral.
Se requerirá de un amerizaje milagroso en el río San Pedro, que atraviesa a parte del poblado de Jicaral, para ver si así se salva el equipo del descenso, que permea sobre el club como un fantasma incansable.
En Jicaral sucede algo delicado: y es que su presidente Roy Barrantes, quien es el arquitecto de este gran proyecto, está solo, es una isla y el esfuerzo, la mística, la entrega, tienen topes y siempre se necesita de la mirada del otro para ampliar perspectivas.
El desgaste que ha de haber sufrido Barrantes en estos tres años en la primera categoría ha de valer por 10 en la Segunda División.
Lo que ocurre con Jicaral es una muestra de la triste realidad de nuestro fútbol, que pretende ir de milagro en milagro, y ver la luz triunfal al final del túnel, sin haber echo mayores méritos para alcanzarla.
Todavía no entendemos que un amerizaje exitoso como el de Sully sucede cada mil años y que incluso así, las probabilidades de sobrevivencia son mínimas. El fútbol no debe ir de ruletas rusas ni de amerizajes, sino de trabajo inteligente, constante, serio y responsable. Lo demás son versos sueltos y mal rimados.