Es una joya por su valor material e histórico
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 15 DE MAYO, 2017-EL JORNAL). La Iglesia de Acosta tiene uno de los altares más singulares de Costa Rica, al ser de oro de 18 quilates, el cual fue traído desde Valencia, España, y constituyó un regalo que las hermanas Julia y Romelia Rojas realizaron al cantón a mediados de los años sesenta.
El proyecto, en efecto, se gestó desde mediados de 1955, pero no fue sino hasta 1960 que empezaron a llegar los primeros envíos del altar en mármol y pan de oro, y que requirió el envío de un técnico a San Ignacio por parte de la casa que lo fabricó en Valencia, cuyo titular era Francisco Hurtado, y quien murió sin que la obra estuviera finalizada, como consta en actas de la parroquia.
La firma que lo fabricó se llamaba “Arte Religioso VDA de Francisco Hurtado Soto”, ubica en Valencia. El altar, en un principio, estuvo en la iglesia de estilo gótico que tenía la parroquia, la cual le daba un realce mayor a la obra. Posteriormente, por motivos que todavía se desconocen, ese bello templo fue demolido y en su lugar se levantó uno sin mayor atractivo arquitectónico.
El altar comenzó a ganar fama incluso mucho antes de que llegara, puesto que se supo con mucha antelación del ofrecimiento, pero como no llegaba se extendió la leyenda de que solo era una promesa incumplida.
No obstante, las hermanas Rojas vendieron una finca en Cedral de Acosta y con ello financiaron el altar, por el que se les recordará por siempre en Acosta.
El valor total del altar, en 1960, fue de $23.250. (¢48 millones al tipo de cambio actual), lo que significa que traerlo hoy tendría un costo de al menos unos $200.000.
Por la belleza, el valor histórico y el esfuerzo que representó el altar es una verdadera joya al alcance de todo aquel que visite Acosta.
*Esta nota se elaboró con base en un reportaje que Luis Heberto Monge publicó en la edición número 66 de EL JORNAL impreso de 2011.