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A Bolaños no lo llamarán ni para el saque de honor

(MARTES 19 DE OCTUBRE, 2021-EL JORNAL). A los costarricenses nos encanta vivir en montañados: estoy parafraseando al filósofo español Constantino Láscaris, quien fuera uno de los mayores conocedores de nuestra idiosincracia.

Y si idiosincrasia se trata, hay que decir que Christian Bolaños, que habló el domingo, se disparó a los pies, porque el tico no está ni preparado ni acepta la crítica.

Y aunque el jugador no personalizó sus palabras, con lo suyo iban varios palos para la dirigencia, pero ya que se decidió a hablar, lástima que no dio nombres y apellidos, para que su crítica fuese más impactante.

Francisco Umbral, el gran escritor y columnista español, ya fallecido, solía decir que hablar sin dar nombres y apellidos era una especie de serranía, un ser y no ser, en el sentido de que hay que nombrar las cosas. Sus columnas eran una maravilla cada mañana en El Mundo y antes en El País, ambos en España.

Bolaños habló y me atrevo a apostar que está condenado y fuera para siempre de la Selección. No lo llamarán más ni aunque de aquí al partido ante Canadá haga diez goles en tres partidos.

El costarricense no tolera la crítica y decir que la Selección se maneja como una pulpería, aunque  no está lejos de la realidad, le caerá como un bumerán más pronto que tarde.

Me gusta que Bolaños haya tomado la palabra, porque el jugador nacional es dado a callar, no obstante, debió ponerle rostro a sus afirmaciones. Me dirán que al buen entendedor pocas palabras, y es cierto, pero a veces hay que dar con el dardo justo en el blanco, para que no haya lugar a las interpretaciones.

Quedará en la historia que Bolaños, antes de retirarse del fútbol, volvió para jugar siete minutos con la Tricolor.

Habló porque llevaba una espina que le incomodaba y eso se aplaude, pero tiene que entender señor Bolaños, que nuestra cultura es mojigata, que hoy el amigo te da una palmadita en el hombro y mañana afila el puñal.

En ese contexto, si uno va a saltar del quinto piso, ha de hacerlo sin paracaídas, o como lo hacían los grandes toreros —Joselito, Dominguín, Manolete—cortar rabo y orejas. Porque lo otro, conociendo nuestro medio, es quedar sentenciado.

Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FxD y en EL JORNAL

 

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