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Una final y un asesinato

 

ENTRE PARÉNTESIS

New-José Edo
José Eduardo Mora*

 

(SAN JOSÉ, 12 DE MAYO, 2014-EL JORNAL). La autoexpulsión de Jonathan McDonald, el sábado anterior en la final ante Saprissa, engloba un elemento que, me sorprende, ha sido pasado por alto, en la mayoría de los casos, por los distintos análisis que se realizaron en los medios de comunicación y ese fue el factor de la inteligencia emocional.

Debe moldear su carácter, debe controlarse, debe saber que ya lo tienen vigilado, esas y otras expresiones se emplearon para describir el proceder de McDonald, no obstante, pocos, por no decir ninguno, se fueron a la raíz de lo sucedido y es que al delantero manudo, hace rato, debieron de trabajarle la inteligencia emocional, ese concepto que pusiera de moda, aunque él no lo acuñó, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman.

Esa capacidad de control, de saber resolver, en esos momentos cumbres, sin que nadie resulte asesinado, como más adelante veremos, es clave y la mejor noticia es que se puede trabajar sin importar la edad, aunque en Estados Unidos desde hace alugnos años introdujeron talleres y cursos en escuelas para fortalecer este aspecto en los niños.

Lo del McDonald, como se ha visto reiteradamente, no es un asunto de entrega, coraje, o simplemente mala intención hacia el contrario: no, el delantero es un buen tipo, como dirían los más jóvenes, pero evidencia serias deficiencias en el manejo emocional de las circunstancias del partido.

La situación del sábado no solo terminó en expulsión, sino que además definió, en gran parte, la final. El asunto quedaría en una pobre anécdota, si el tema no fuera tan trascendental como en verdad lo es. Y para muestra un triste ejemplo: hoy, en España, un par de mujeres asesinaron a tiros  a la presidenta de la Diputación de Castilla y la Mancha, Isabel Carrasco.

Los primeros indicios del crimen apuntan a una venganza y hay un dato revelador que indica que la mujer más joven, ingeniera en telecomunicaciones, fue despedida de la Diputación en 2011. Es decir, incubó esa venganza por casi cuatro años y cuando le confirmaron que no le iban a retribuir un ingreso que reclamaba, se vino la oscuridad total y el desenlace terminó con una inocente asesinada.

Una final y un asesinato, dos historias que dejan una reflexión de fondo: hay que trabajar la inteligencia emocional a diario, tanto como se cultivan la fe, la esperanza y el amor.

 

*El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura.

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