José Eduardo Mora eljornal@gmail.com
(Barcelona, España, 21 de abril). Mourinho, que quiere ser el Napoleón del fútbol, ganó ayer su más importante batalla en España, y su equipo prácticamente sentenció la liga en el Camp Nou.
En las vísperas del Día de «Sant Jordi», que se conmemora con motivo de su muerte en el año 303, y que es toda una fiesta en Barcelona, el Madrid logró su más importante victoria de la temporada.
Este 23 de abril habrá, en honor al patrón de Cataluña, rosas, libros y amargos recuerdos dejados por un Madrid aplicado, que le entregó al Barcelona la ilusión de que mandaba en el partido, pero que fue solo eso: una vana y triste ilusión.
De las rosas rojas que se repartieron en el estadio por miles, los aficionados blaugranas se llevaron, sobre todo, las espinas que Mourinho supo repartir en todas las zonas del campo.
No fue el partido de Ramos, Pepe, Benzemá o Ronaldo. No, ellos simplemente fueron intérpretes de un Mourinho obsesivo, que, esta vez sí, supo confundir al Barcelona e hizo que la estrategia del juego se moviera a su antojo.
Fue un partido que primero se jugó en la pizarra y después en la gramilla. Esta fue la primera trampa en la que cayó el conjunto de casa.
De nada le valieron al equipo de Guardiola los cánticos, las camisetas azulgrana repartidas por todo el estadio, porque se jugó al ritmo, al estilo y de acuerdo con las circunstancias que dictó Mourinho desde el banquillo.
En el partido más decisivo de la liga, el polémico general doblegó a un equipo anfitrión que se extravió en el oscurantismo de exhibido por sus mejores hombres.
La victoria no solo es trascendente para las aspiraciones del Real Madrid de quedarse con el título, sino que augura un cambio de papeles en un escenario en el que el Barcelona y Guardiola han oficiado de anfitriones en los últimos cuatro años.
Con el triunfo, el Real Madrid podría asumir, de nuevo, la hegemonía que cedió a un equipo azulgrana que lo ha ganado todo con el mejor fútbol del mundo.
Ese mejor fútbol del mundo, sin embargo, no apareció por ningún lado. Mientras
Kedhira y Xavi Alonso se jugaron un partidazo, Messi, Iniesta y Xavi se fueron de vacaciones la mayor parte del encuentro, y solo retornaron al Camp Nou para ver triunfar a un Madrid que, con siete puntos a falta de cuatro fechas, es el virtual campeón del fútbol español.
En un ambiente inmejorable, con 105.000 almas, la mayoría seguidores del equipo local, y con la expectativa de que el equipo azulgrana recorta distancias a un punto del líder, el Madrid logró confundir, desde el primer instante, a un Barcelona que evidenció grietas en la zona en la que suele ser implacable: en la creación.
Al equipo de Guardiola le faltaron ideas para superar a un Madrid cuya defensiva comenzaba con Benzemá y Özil, y culminaba con un Ramos esplendoroso y un Pepe cumplidor, pese a las voces de “asesino, asesino, asesino” que retumbaban en el Camp Nou cuando el portugués tomaba el balón o salía airoso en una jugada dividida.
Sin Xavi, tanto que fue sustituido por Alexis; sin el mejor Iniesta y con un Messi con poquísimos destellos de su habitual genialidad, el club blanco esperó los momentos claves para golpear a su oponente.
Y lo hizo primero con Khedira en el 17. Alexis ido un falso respiro al Barcelona al 70 y tres minutos más tarde Ronaldo culminó de muy buena manera una asistencia de Benzemá.
Barcelona tuvo en los pies de Tello y Xavi tres opciones que pudieron haber cambiado la historia del encuentro, pero en términos generales el Madrid escuchó instante a instante la voz de su polémico técnico, un obseso de la táctica y un seguidor del mejor Napoleón que llegó a ser el emperador de Europa. Mourinho también quiere ser emperador, pero antes debe destronar a Guardiola y esta noche lo hizo por primera vez.
Para Mourinho el fútbol es el arte de aprovechar las circunstancias y de maximizar los recursos, como sucede en un cuartel antes de las cruciales batallas, y al técnico portugués le calza al dedillo la metáfora del arte de la guerra.
Su escuela se impuso esta noche en el Campo Nou, en una de las mejores versiones del Madrid, que, esta vez, no padeció los lagunazos habituales de su defensa.
Las fiesta de «Sant Jordi», que este 23 de abril se conmemorará en Cataluña, vivió su día de amargura, y el Madrid se llevó las rosas y dejó las espinas.