(LUNES 02 DE DICIEMBRE, 2024-EL JORNAL). Poco antes de salir a la gramilla del Ernesto Rorhmoser, al equipo del Cartaginés le dieron el guion equivocado y en ese guion, el partido en disputa no valía por puntos y solo era de mero trámite.
Ni con este explicación ficticia, podría comprenderse el descalabro de un equipo que se jugaba un pase a semifinales, las cuales tienen la importancia deportiva y económica que ya conocemos.
La displicencia con que jugó el equipo brumoso, los goles infantiles que recibió y el poco sentido de la responsabilidad exhibido por los jugadores, hacen que no haya forma humana de analizar, en toda su dimensión, lo sucedido.
A ello súmele un cuerpo técnico incapaz de, ni siquiera, monitorear qué ocurría en el Carlos Alvarado, porque de haberlo hecho, se habría dado cuenta de que Herediano estaba en problemas.
Cartaginés pudo haber perdido ayer. Es fútbol y el fútbol es el arte de lo imprevisto. El asunto es que perder a como lo hizo, solo es posible si el club estaba ensayando una narrativa para presentar, pronto, una antología de cuentos de horror.
Una debacle de la magnitud de la vivida por el Cartaginés ayer, solo se puede corregir con medidas extraordinarias; de lo contrario, es seguir alimentando ese sentimiento de que aquí se hace el ridículo y no pasa nada, no hay ningún tipo de consecuencias.
Se ha de tener respeto por esa camiseta. Si ni siquera eso existe. Lo mejor sería que los señores Vargas le pongan el candado al Fello Meza y liquiden el equipo.
Cuando se pierde el sentido del honor y de la dignidad deportivas: lo que queda es un equipo sin alma y un equipo sin alma es inexistente.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL